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No cabe la ambigüedad ni la metáfora, lo que anuncia el título es lo que Wittkop nos da en esta novela. Lucien es un hombre que se dedica al negocio de las antigüedades y que, en secreto, vive condicionado por su único objeto de deseo que no es otro que el de lograr placer a través de cadáveres. Ahí ya el lector podría sentir rechazo, pensar que semejante desviación no es algo sobre lo que escribir o leer, sin embargo, el talento de Wittkop logra lo contrario. La belleza con la que narra cada momento, a pesar incluso de ofrecer detalles que difícilmente olvidaré, hace que haya llegado a sentir cierta compasión por Lucien. Está condenado a amar sin freno pero jamás ser correspondido, su sufrimiento es real e infinito, como la muerte. Que esté escrito en forma de diario es otro gran acierto. Nos hace ser Lucien, pensar en las veces que hemos amado sin ser amados, las veces que hemos podido estar vacíos o las ocasiones en las que hemos amado a alguien que está muerto por dentro, que de todo hay en la viña del señor, no nos engañemos. Si eres una persona extremadamente sensible, este libro no es para ti, puede ser difícil de superar, pero te pierdes una joya que además viene acompañada con ilustraciones de la propia autora. |
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