El ruiseñor y la rosa

Cuando las letras llegan a tus sentidos en forma de música a pesar de ser mudas en el silencio de su lectura.

Cuando el orden de las palabras crea una armonía, que es pura poesía con independencia de si riman, sueñan o trinan.

Cuando un escritor te atrapa con su melodía, sus palabras van cayendo una a una en tus sentidos, y su compás, recorre cada fibra, cada nervio, cada impulso e incluso es capaz de modificar la sinfonía del corazón...cobra todo sentido.
La magia de la lectura.

Oscar Wilde tuvo en sus dedos el lenguaje de la belleza universal, haciendo del ruiseñor y la rosa (y de tantos otros) un cuento inmortal.

Un canto al dar sin esperar nada más (y nada menos) que la felicidad del prójimo a cambio y a su vez, el triste sonido de la indiferencia, del rechazo pagado gota a gota con sangre hasta el último suspiro.

Con tan pocas cosas Wilde construye uno de los cuentos más completos de la literatura y del amor.

Una fábula válida para todos los públicos, tan dulce en su prosa como amarga en su sabor.

Un pequeño cuento con tantas capas como estados de ánimo y formas de verlo, ¡inocente y no!

¡La simpleza y la belleza en perfecta comunión!

Lo queramos o no, los clásicos lo son porque trascienden y perduran, para bien o para mal a lo largo de los siglos.