Una educación

Tara crece en Idaho, en un ambiente familiar dominado por su padre, mormón fundamentalista y enfermo mental. No va al colegio, no va al médico y, cómo descubrirá más adelante no tiene documentos.
Tanto sus hermanos, que en mayor parte adoptan y copian las ideas del padre, como ella misma, trabajan en el depósito de chatarra sin ningún tipo de protección no organización, lo que da lugar a más de un accidente.
A los 17 años, Tara pisa un aula por primera vez y de manera un tanto increíble consigue acceder a la universidad, consigue llevar a cabo esos estudios e incluso consigue cruzar el charco y estudiar en Cambridge.

La protagonista nos cuenta su vida y sus recuerdos, a veces distorsionados cuando ya de adulta los comenta con sus hermanos, pero consigue perturbar al lector de tal manera que uno solo puede preguntarse si todo aquello era real. El aislamiento, la ignorancia, los abusos y cómo el dominio psicológico del padre hace que Tara dé un paso atrás cada vez que intenta romper con todo eso.
Más allá de la autobiografía y del oscuro retrato familiar, me ha impresionado mucho el ansia de conocimiento y superación de Tara y todas las consecuencias que provocó en sus lazos familiares. Su lucha por la libertad y vivir una vida común le ha dado mucho pero también le ha hecho dejar cosas por el camino.




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