La distancia entre tú y yo

Hace tiempo que había oído hablar de este libro y su cubierta me rondaba con cariño. ¿No os encanta la sensación de por fin tener en las manos lo que habéis visto en pantalla durante lo que parecen siglos? Kasie West tiene un estilo adorable para plasmar las grandes y emocionales distancias que bullen entre las personas. Familia, amigos, algo más. Como ese algo más que sirve de apellido a la tienda de muñecas en la que trabaja Caymen, nombre que refleja la gran y fascinante ironía que recubre esta historia por cada rincón.

Habla de las distancias sociales que nos separan, de las distancias que nuestros sentimientos imponen y nuestros miedos refuerzan, de las distancias que somos capaces de construir pedazo a invisible pedazo y que luego podemos también destruir con una mirada nueva a las barreras que nos estigmatizan.

La historia parece sencilla, de un chico privilegiado y una chica al borde de la ruina, que entablan una relación flotante entre la amistad y la comunión más profunda porque ninguno de los dos está viviendo la libertad que necesitan para encontrarse a sí mismos. Ambos tienen obligaciones, expectativas familiares y pesos en sus hombros que convierten sus propias elecciones en un Santo Grial inalcanzable.

Lo mejor de la narración, más allá de la preciosa y dulce historia, es la brillantez de los diálogos que, sin destacar por complejos o densos, nos conducen por las emociones de los protagonistas con humor incisivo y claridad humana. Me ha encandilado la inteligencia y candidez de Caymen, la fuerza de su carácter que afronta sus muchas dudas en la vida con un sarcasmo perfecto a cada situación que no sólo aporta viveza al texto sino que refleja la delicadeza de la etapa que atraviesa.

En serio, es un romance preciosísimo que combina secretos del pasado, la encrucijada entre la niñez y el rumbo que va a tomar el futuro, el miedo a los cambios y al fracaso, y una pareja con una química que está viva en cada página. Adorable. La he terminado con una sonrisa enorme y un oh, qué pena, ya no hay más.
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