Papá piernas largas

Un libro, ya clásico, muy peculiar: la historia de una cenicienta a la que, después de un prólogo en un orfanato, vemos crecer a lo largo de sus cuatro años de universidad a través de las cartas que escribe a su (no tan) misterioso benefactor hasta un final feliz, de cuento de hadas. ¿Qué podría acabar de otro modo, más independiente? Por supuesto; casi sería lo deseable y lo más correcto en nuestros tiempos, cien años después. ¿Que su amor seguirá apoyándole en su prometedora travesía de escritora? Eso se da por hecho: son los términos tajantes del trato, por su coherencia interna y por la propia trayectoria de la autora.

Jean Webster fallecida tristemente muy joven aún (de sepsis puerperal, ¡Ay!) alcanzó un merecido éxito por esta novela en la que nos habla de lo que conoce y de lo que le inquieta: del crecer y desarrollar Una Voz Propia aún partiendo (en el caso de la protagonista) de un origen injusto como es la oscuridad y el abandono de carecer de familia. Es esta voz la que le da su valor al libro: Jerusha/Judy escribe unas cartas chispeantes en las que va probando los distintos recursos y registros que adquiere en su formación, al tiempo que vamos admirando la claridad de su planteamiento, de su apuesta por la autonomía y por conceder a lo que importa su adecuado interés.

Además de sus cautivadoras impresiones acerca del papel de la buena literatura en la vida, quisiera destacar también el sutil y magistral uso de la elipsis: no debéis temer que llegue a aburrirnos con detalles frívolos o cotidianos de la "sorority" universitaria, más bien nos sorprende la capacidad de la autora para pasar página, para no caer en la enumeración o repetición, para poner en foco los hitos de este Aprender a Vivir.