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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
29 April 2020
Hay muchas novelas clásicas epistolares, pero al mirar la estantería realmente, lo que se dice pendientes de leer, no tengo tantas. Cuando comenzó el reto allá por enero hice el listado de los veinticinco libros que leería para cumplir con cada una de las veinticinco premisas, pero el confinamiento en el que estamos inmersos me ha llevado a cambiar algunos de los libros elegidos para el nivel 4. Voy a acometer una lectura complicada que no tenía prevista para aprovechar el tiempo que ahora tengo y luego no tendré, y eso me ha hecho rebajar la intensidad de alguna otra lectura del mismo nivel para compensar. Esto os lo cuento porque mi primera opción para el clásico epistolar fue otra lectura que en su momento llegó a mis manos en forma de regalo y por eso tenía prioridad, pero las cosas hay que afrontarlas conforme vienen, y la cabeza me pidió cambiar y escoger un libro que sabía que sería encantador, tierno, divertido y que me volaría en las manos. Ese libro es Papá Piernaslargas.

Jerusha (Judy) Abbott es una huérfana de diecisiete años que vive en el Hogar Infantil John Grier. Ya ha sobrepasado la edad de permanecer en él, pero a cambio de quedarse (y para pagar su manutención) trabaja allí de criada al tiempo que va a clase en el pueblo. al finalizar un "Miércoles negro" (día de visita de los patronos del orfanato) recibe la noticia de que uno de esos patronos, tras leer una redacción escrita por ella, ha decidido pagarle sus estudios en una prestigiosa universidad a cambio de cumplir dos condiciones: una es que sus estudios irán orientados a que en el día de mañana pueda convertirse en escritora, y la otra es que debe escribirle al menos una carta al mes para contarle cómo le va. Dos condiciones bastante fáciles de cumplir cuando una sueña con ser escritora y tiene verborrea suficiente para escribir no una, sino diez cartas al mes si hace falta, cada cual más ingeniosa y pizpireta. Pero, ah, hay otra condición más: el patrono quiere permanecer en el anonimato y ser llamado con el génerico nombre de John Smith, así que Jerusha (que solo ha vislumbrado de él una sombra de largas piernas y brazos y decide llamarlo Papá Piernaslargas en honor a una araña de largas patas del mismo nombre), acomete su nueva vida con enorme ilusión y la firme intención de ser merecedora de una oportunidad que jamás hubiese soñado. Llegará un momento en el que le pesará no saber a quién escribe mes tras mes, año tras año, pero le quiere igualmente con todas sus fuerzas y se lo demuestra en cada una de esas cartas... con su estilo peculiar y descarado xD.

Pues sí, por muy raro que parezca es la primera vez que leo Papá Piernaslargas, pero es que me pasa con esta novela lo que con muchos otros clásicos catalogados como infantiles o juveniles: que los estoy leyendo de adulta. Cuando yo empecé a leer clásicos conscientemente con unos diez o doce años (tómese "conscientemente" y "diez o doce años" con una pizca de sal y los ojos en blanco xD), lo hice con una colección heredada de mis primas (bastante mayores que yo) que contenía novelas mucho más contundentes, y fui relegando este tipo de lecturas porque no las tenía a mano y, realmente, ni sabía que existían. Aun así, y haciendo un inciso con respecto a su catalogación como novela juvenil, ha dado la bendita casualidad de que he coincidido con Yolanda la Trotera al escoger esta lectura para el reto, y hablándolo con ella me comentó que no entendía por qué estaba considerada como juvenil cuando no lo era. Y está totalmente en lo cierto. Trata soslayadamente temas que creo que solo se aprecian cuando ya se tienen una determinada edad y un cierto recorrido vital. No me veo disfrutando de este libro con doce o quince años del mismo modo que lo he disfrutado ahora. Pero, dejando esto a un lado, os cuento lo maravillosísisisimo que es este libro.

Si me paro a pensar en cómo definir Papá Piernaslargas en plan "frase chulipiruli para faja editorial" sería algo así como "Si tuviese alma de escritora, personalidad burbujeante, ironía encantadora, talento para la observación y descripción de la vida que me rodea en mayúsculas, inteligencia emocional para expresar la vida que me bulle en minúsculas, agudeza para volcar todo eso en muchas cartas durante cuatro años e ingenio y gracia para aderezar tanta tinta y experiencias con un seis y un cuatro que compongan un retrato... habría pagado por escribir e ilustrar Papá Piernaslargas". Añadiría más cosas, pero como descripción de lo que me ha transmitido el libro, es totalmente cierta. de esas historias sencillas y sin aparentes pretensiones tan perfectas a las que no cambiaría ni una coma.

Era muy difícil que, adorando como adoro a un personaje como el de Anne Shirley (Ana, la de tejas Verdes... la estoy nombrando mucho últimamente), no adorase a Judy Abbott, porque me siento atraída como polilla a la luz por este tipo de personajes. Huérfanas muy inteligentes, con una imaginación desbordante, corazón enorme y generoso, alegría contagiosa, aventureras infatigables con apetencia desorbitada por el aprendizaje, tesón implacable y obstinado para ver siempre el lado bonito de las cosas y una pasión exultante por la literatura, que se abren camino en la vida a base de trabajo duro, tesón y esfuerzo en un mundo que en principio les está vedado, convirtiéndose así en mujeres independientes con un carácter muy definido y un elevado sentido de la justicia que no tienen miedo de defender aquello en lo que creen y que, cuando se les presenta la oportunidad de ser felices, la agarran con las dos manos apretando con todas sus fuerzas.

La diferencia principal entre Anne y Judy es que la protagonista de Papá Piernaslargas ya tiene diecisiete años cuando la conocemos y, tras unas pocas páginas, se adentra en un mundo totalmente diferente y desconocido y la vemos crecer y madurar ante nuestros ojos hasta convertirse en una mujer de 22 años que sabe lo que quiere y que no tiene miedo de expresarlo. Esto último se hace sobre todo patente en esa resignación de los primeros años con la que acepta y obedece las indicaciones de su benefactor aunque no esté de acuerdo con ellas o le apetezca mil veces hacer otra cosa o estar en otro sitio, que poco a poco va tornándose en rebelión y desobediencia cuando no considera justas esas indicaciones o cree que el señor Smith no está siendo razonable. Sí, le ha dado una nueva vida, una vida jamás soñada, una oportunidad de ser alguien y de dedicarse a lo que le gusta, dinero para moverse por el mundo, pero que pague por todo eso no significa que tenga siempre la razón y que tenga que dársela. Y no hay que olvidar que estamos en 1912... que hoy en día nos pueden parecer normales estos conatos de insurrección, pero no, hace más cien años no lo eran.

¿Cómo son las cartas en sí? Llenas de vida, ilusión, ingenio, creatividad y agudeza. John Smith quiere que Judy le cuente una vez al mes cómo le va en la universidad y recibe cartas donde le cuenta de todo menos eso (bueno, digamos que 25% de sus estudios y 75% de cualquier otra cosa que se le ocurra), y no puedes evitar imaginar al señor Smith leyendo esas cartas en su despacho y sonriendo como un tonto. La única pena de Judy precisamente es que jamás recibe respuesta de su benefactor y le habla a un ente que no sabe ni cómo imaginarse, pero él, desde el anonimato, encuentra maneras de decirle y demostrarle que lee sus cartas y no acaban en la papelera. ¿Que leído un tercio del libro el lector ya se imagina de sobra quién es John Smith? ¡Qué más da! Eso le da sal a la historia y la hace todavía más entretenida, porque tú sabes algo que Judy no sabe y la vena "visillo" disfruta con el entuerto. Además, Jean Webster (hija de una sobrina de Mark Twain) salpica las cartas aquí y allá de todos los temas sociales que le interesaban y reivindicaba, y acabas con la sensación de que, a través de su personaje, la conoces un poquito también a ella y la aplaudes por el modo tan lúcido que tuvo para implementar todas sus inquietudes en una novela tan tierna y tan divertida.

La he disfrutado muchísimo, supongo que se nota. Es dulce, tierna, honesta, ingeniosa, ágil, resuelta y muy divertida... de esos libros que te sale del alma recomendar y que te cuesta imaginar que alguien no lo disfrute, que no le guste o que, What the Dickens!, ni siquiera sonría al menos una vez con sus páginas abiertas... Salvo que no tenga corazón. Ni sentido del humor. Ni sepa disfrutar de las cosas bonitas de la vida. Hay de todo en la viña del Señor, pero vosotros hacedme caso: si no habéis leído ya Papá Piernaslargas, estáis tardando.

Por ir terminando, la edición de Turner, íntegra, con nueva traducción y las ilustraciones de la propia autora, es fantástica (salvo por el detalle de que se echan mucho de menos las solapas en el libro, pero eso ya son cosas mías y de mi vena tiquis). He buscado desesperada la segunda parte, donde la autora de las cartas es un personaje de este primer libro que no nombro, pero no ha habido manera de encontrarla en una edición que tenga menos de treinta años. Editoriales del mundo (españolas, claro, las demás no me valen xD), ¿sería mucho pedir que editáseis Mi querido enemigo? ¡Gracias! ¡Tengo una lista enorme de libros en las mismas circunstancias, por si os interesa!
Enlace: http://inquilinasnetherfield..
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