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Admiro a los escritores que son capaces de construir un libro entero sin ceñirse al clásico esquema de introducción, nudo y desenlace. Si ya es difícil novelar una historia, más lo es escribir sin contar una. Así es Vozdevieja. Un relato sin principio ni final. Una narración sin una historia. Pero quizás por eso resulta tan próxima, porque todos hemos sido niños (aunque quizás no tan precoces como Marina). Ahora, desde la atalaya del tiempo es fácil evocar una infancia feliz y despreocupada pero casi todos sabemos, y podemos esforzarnos en recordarlo, que tampoco todo fueron luces en aquellos tiempos. También lo pasamos mal, tuvimos miedo, fuimos incomprendidos y pasamos vergüenza. Ahora, como adultos, el miedo, la vergüenza y la incomprensión de un niño son solo eso: cosas de niños. Pero cuando uno es niño el sufrimiento es real y casi siempre solitario. Creo que ha sido muy hábil la autora haciendo un ejercicio de suplantación y otorgando a una niña de 9 años la capacidad expresiva de un adulto. Logra así de forma muy eficaz recordarnos que la infancia también fue en ocasiones una mierda. Y que por mucho que nos desgañitábamos, los demás sólo veían a un niño quejándose por cosas sin importancia. No cuesta mantenerse en la historia que nos narra Elisa Victoria y eso es un gran mérito porque no existe trama. Y aunque la precocidad de Marina en ocasiones me ha parecido excesiva (quizás porque yo siempre fui un niño muy inocente) ha logrado dejar en mi, supongo que intencionadamente, un poso de memoria agridulce. |
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