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«La vuelta al mundo en ochenta días», la célebre obra de Julio Verne, cuyas páginas vieron la luz entre los años 1872 y 1873, se erige como un emblema en la categoría de aventuras. Con su extensión de 250 páginas, Verne nos sumerge en una travesía que trasciende fronteras y épocas. La narrativa se despliega en torno a Phileas Fogg, un caballero británico de opulencia insospechada que trasciende su mera riqueza al llevar una existencia meticulosa y solitaria, regida por una lógica matemática. No obstante, el desafío que surge en el seno del Reform Club, donde Fogg sostiene con determinación que es viable circunnavegar el globo en tan solo ochenta días, desencadena una serie de sucesos que desbaratan su existencia meticulosa y lo proyectan en una búsqueda vertiginosa por el mundo. La apuesta, cifrada en veinte mil libras, se convierte en un catalizador de una odisea que amalgama intriga, peligro y autodescubrimiento. Este viaje, hilado con un temple narrativo magistral, nos involucra en un recorrido en el que Fogg no está solo. Lo acompañan personajes igualmente cautivadores, como el esquivo Picaporte, la enigmática Mistress Aouida y el tenaz Fix, quienes coalescen en un crisol de personalidades y motivaciones. La destreza de Verne radica en su capacidad de dar vida a cada uno, otorgándoles profundidad y matices que trascienden el papel. La maestría de la prosa de Verne radica en su agilidad y dinamismo. A través de capítulos breves, la narrativa avanza a pasos veloces, entreverando episodios de suspenso, humor y desafíos imprevistos. El ritmo frenético de la travesía se refleja en la estructura misma de la novela, una encarnación literaria del periplo alrededor del globo. No obstante, es en los personajes donde la novela encuentra su corazón. Picaporte, el criado que con su ingenio y comicidad pone de relieve la esencia humana en medio de la vorágine, se alza como un verdadero tesoro literario. Su interacción con Fogg, sus ocurrencias y su lealtad inquebrantable inyectan frescura y vitalidad a la trama. En última instancia, «La vuelta al mundo en ochenta días» se revela como un festín literario que atraerá especialmente a aquellos amantes de los clásicos y las travesías trepidantes. La novela de Verne trasciende su época, anclándose en la universalidad de la búsqueda, la amistad y la superación personal. Sin lugar a dudas, una obra que merece un espacio prominente en la biblioteca de cualquier devoto lector. |
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