Tim te Maro: Y la magia de los corazones rotos

Lo abrazo contra mí, pero nada tiene sentido. Parece personal, pero no lo es; se siente seguro, pero no debería ser así, y no puedo contener lo feliz que estoy al respecto.

Aún no le dije que cada vez que me toca pierdo la cordura, que cada vez que estamos solos en lo único que pienso es en hacer nido en su cuerpo y quedarme a vivir allí.

Me percato de que hace una eternidad que no pienso en el rompimiento con Lizzie ni en que estoy triste y solo; se me ocurre que, en realidad, no estoy triste y solo.
Ya no.

-Podemos… -le da vueltas a lo que quiere decir por un momento-. ¿Tan solo abrazarnos por un momento? -pregunta por fin, sonrojado-. Me siento un poco vacío ahora y tocarte siempre me hace sentir mejor.

Es ridículo culpar a un niño por el lugar en el que creció, por cómo son sus padres o por el maldito continente del que proviene su magia, porque no tiene capacidad de elección al respecto.