una novela cargada de ironía y crítica social, con un toque de cinismo (o un bofetón con la mano abierta) y cierto aire de cuento, pero sin hadas. Un misterioso forastero llega a un pequeño pueblo de Austria, donde se encariñará con nuestro narrador, un niño que comienza la novela viéndolo todo blanco o negro y que la terminará conociendo una amplia gama de grises. Y nosotros con él. Una auténtica alegoría de la condición humana que me ha fascinado y que, a la vez, me ha dejado un regusto amargo que me ha llevado a plantearme mi fe en la humanidad, que dicho sea de paso, ya estaba bastante mermada de un tiempo a esta parte. No os diré nada más de la trama. Cuanto más a ciegas lleguéis a este libro, mejor. Pero sí os recomiendo encarecidamente que lo leáis y saquéis vuestras propias conclusiones sobre el tema. Y una cosa sí os prometo: sean cuales sean esas conclusiones no os arrepentiréis de pasear por este rinconcito perdido de Austria (la sensación de desconfianza absoluta en el ser humano se va pasando...) |