Territorio de luz

«Y, a pesar de que era imposible mantener el equilibrio, descubrí que no me terminaba de caer. Más bien parecía estar echando raíces ahí mismo, esperando, terca, a que naciera un brote. Tenía la sensación de que había un bulto frágil, transparente y distorsionado frente a mí, al que solo mis ojos podían ver. Y le estaba tomado demasiado cariño a ese bulto inestable que me había sido otorgado [...]»

A pesar del título, en la obra de Tsushima no solo hay luz, también hay sombra, y se complementan como lo que son: las dos caras de una misma moneda. Esta es la historia de una mujer que debe empezar de cero después de que su marido haya decidido separarse de ella, que debe volver a construir una vida junto a su hija, encontrar un nuevo hogar, crear una nueva rutina. Y es entre tanta sombra cuando la narradora intenta buscar momentos de claridad, ventanas que dejen pasar los rayos del sol, reflejos en las calles de Tokio.

En Territorio de luz se recorren las fases del duelo posterior a una ruptura a través de una narración centrada en el día a día y un monólogo interior que de una forma u otra siempre acaba reconduciéndose a la muerte, a la ajena y también a la propia: la muerte de una cotidianidad, de una relación, de un antiguo yo.

Aparecen la culpa por no ser la mejor hija ni la mejor madre, el rencor por no entender qué ha pasado y toda una bola de sentimientos y pensamientos no dichos que va creciendo. Aparece, también, el cansancio de quien necesitando cuidados se encuentra en el papel de ser cuidadora, de quien necesita un tiempo y espacio propios y no lo tiene y de quien, además, es juzgada por todo ello. La maternidad que aquí se plantea no es idílica, sino que está llena de recriminación, dolor (también de amor). Y ya es hora. Ya es hora de hablar de otras formas de plantearnos la maternidad, el ser hijo, de dar espacio a las dudas, errores, miedos y culpas. A que no todo sea bello.

Lo que no está directamente tocado por la luz se baña en sombra. En ese camino a medias entre una y otra habla Tsushima.

«Tampoco estaba pidiendo mucho. ¿Cómo era posible que estirara el brazo, asustada y cautelosa, y no encontrara a nadie al otro lado?»