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Crítica de MarioG17


MarioG17
19 October 2021
Randy Newman cantaba en God's Song: «I take from you your children and you say how blessed we are. / You must all be crazy to put your faith in me». Es inexplicable por qué hay quien sigue confiando en aquellos que actúan contra sus intereses, pero así es. A veces, en política, se vota a un candidato, aunque sea «una farola con ojos», pero se hace porque representa al partido que deseas antes que por su validez como gestor.
La primera parte de Queridos niños (Anagrama, 2021) comienza con ese fragmento de la canción de Newman. Esa incomprensión se traslada a la política, donde todo es posible, como en el fútbol. Políticos que mienten y, aun así, siguen cosechando votos fieles. No ya de militantes o compañeros, sino de ciudadanos que ven mermados sus derechos o intereses, pero que mantienen la tradición de votar a esos colores.
La última novela de David Trueba (Madrid, 1969) está narrada y protagonizada por Basilio, un hombre de mediana edad apodado «Hipopótamo» por sus enemigos por su gordura. Basilio escribe los discursos de Amelia, una candidata a presidenta del Gobierno de un partido democristiano. Los carga de ácido y ataques a sus rivales porque lo único que quieren los políticos es cosechar votos al coste que sea. Basilio, Amelia y el equipo de Los Cuervos (así llama Basilio al partido) van de gira por España antes de las elecciones.
Basilio se dirige a Amelia durante la narración, recordando toda la gira previa a la campaña hasta el mismo día de las elecciones. La historia está dividida en tres partes porque aglutina la semana previa a la campaña electoral y las dos semanas de campaña. La ruta baja por el levante, desde Aragón hasta Andalucía Oriental, y luego sube por el oeste de la península, saltando a las islas y a las ciudades autónomas.
Los «queridos niños» de los que habla el título son los votantes, que a veces se caracterizan por su mediocridad al profesar amor al líder aunque defienda o haga cosas que perjudiquen a sus intereses. Para hacer los discursos más directos y afilados, Basilio dice que les va a dar «caramelos» a esos niños. Se trata de una certera infantilización del electorado.
Basilio es un personaje pintoresco: fondón (o gordo, directamente), miope, calvo, pesimista y muy crítico. Critica la obsesión por la belleza física de la sociedad actual, lo cual me parece bien, y a los propios políticos, aunque trabaje para ellos. Aunque detesta la mentira, la corrupción y el amiguismo, su aprecio por Amelia le anima a seguir y a dejar de lado su misantropía. En realidad, Basilio es un ser débil y terriblemente acomplejado, cuya gordura le ha dificultado establecer relaciones personales. Él se forja un escudo, un caparazón, para protegerse del mundo exterior. Un corazón coraza, como el poema de Benedetti. No tiene sueños y no espera nada de nadie, así que se dedica a disfrutar.
Basilio llama Los Cuervos al partido de Amelia por su logo. Además, sus militantes, dice, se llaman «Bosco, Alonso, Pelayo y Borja». Estos datos, junto a que se trata de un partido democristiano y a que la candidata dice «Somos el partido de la libertad» (¿te suena?), hacen imaginar a qué formación intenta reflejar Trueba. Conforme pasan las páginas, el lector interpretará a qué partidos podrían pertenecer el resto de candidatos rivales de Amelia.
Basilio usa motes para hablar de los rivales políticos de Amelia. Con ella son cinco los partidos que luchan en la novela, precisamente como partidos predominantes ha habido hasta hace poco en España (PSOE, PP, Vox, Unidas Podemos y Ciudadanos, si incluimos a este último, aunque ya sea casi marginal). Aunque lo hace a través de apodos, ¿pensaría Trueba en partidos y políticos españoles concretos mientras lo escribía?
El lector advierte con nitidez las marionetas y los hilos que se mueven en la política, así como la utilidad de los debates electorales y los entresijos de las campañas electorales, infladas de dinero y con cuentas falsas en redes sociales haciendo el trabajo sucio. Sin embargo, la narración no es un mero relato de itinerario y trayectos, sino una excusa para que el narrador hable largo y tendido sobre la campaña, la candidata, el equipo que la rodea y de él mismo, haciendo apuntes sobre el lugar en cuestión al que llegan pero sin que esto sea fundamental.
Basilio también es crítico con la siguiente generación, la de su hijo. Así piensa, pero dos días más tarde escribe un discurso a favor de los jóvenes porque Amelia va a dar un mítin en una universidad. La política en su máxima expresión, supongo. Durante la gira, al partido y al propio Basilio comienzan a crecerles los enanos, y deberán subsanarlos para no hundirse en las encuestas.
Basilio dice que a los votantes les gusta que los políticos prometan soluciones específicas y detalladas, aunque sean imposibles, antes que decir solo «lo solucionaremos». Estas soluciones de boquilla entran dentro de la indignidad de algunas declaraciones de las campañas electorales.
Esta novela de Trueba es un retrato de la España actual con sus tópicos, en la que aún se ve lejos que haya una presidenta del Gobierno. Me encanta la crítica social que hace el narrador y me he reído leyendo la novela porque tiene momentos de originalidad. Sin embargo, no puedo decir que sea magnífica, quizás porque la ruta se hace demasiado larga y monótona. En su monólogo más famoso, Dani Rovira contaba que hay quien dice que España es un país pequeño porque lo puedes recorrer de punta a punta en una hora y media de avión. «Háztela de rodillas», respondía el malagueño.
En efecto, leer esta novela ha sido, en parte, como recorrer de rodillas el país, aunque la originalidad de vocabulario e imaginación de Basilio han sido las rodilleras perfectas. Aunque tiene chispazos, se queda algo insípida. Parece que podría haber desarrollado más al protagonista y al final deja una sensación agridulce, además de un poso tristísimo sobre la historia de Basilio.
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