Un caballero en Moscú

¡Estoy en shock! Leo mucho, leo todo. Casi todo me gusta, de una forma u otra, intento encontrar belleza en cualquier texto (a menos que sea tan malo que no se pueda), leo para entretenerme, leo para ser feliz.
Pero ese gusto refinado, esa literatura de encanto que sólo he encontrado con García Márquez y que pensé había muerto con él, ha sido rescatada. ¡Gracias Amor Towles!
Este libro es una joya, una belleza, un canto a las letras y un honor también. He parado para releer pedazos, o para leerlos en alta voz, incluso lo he transcrito a un amigo algunas veces, de tantas ganas de compartirlo. He subrayado y como con “Cien años de soledad” he querido aplaudir.

Si alguna vez un libro ha tocado TODOS mis sentidos, es éste. Han estado al servicio de sus páginas, han sido convocados de párrafo en párrafo sin exagerar. Lo exagerado aquí es la delicadeza, la magia, la belleza, porque todo en él es en grado superlativo. Desde la magnificencia de su creador hasta la de su personaje protagónico que desborda exquisitez hasta para respirar.

Cuando vi la serie Downton Abbey, todos comentaban sobre vestuario, actuaciones, locaciones, y a todo le di razón y a todo le vi la armonía, pero lo mejor de la serie (y los libros) es que plantaron la historia de los cambios de Inglaterra en la supuesta frivolidad de una familia. Año tras año, sus personajes solo fueron la excusa para historiar su nación. Un caballero en Moscú son cuarenta años de la historia de Rusia, contada a partir de las vivencias de un aristócrata de apellido Rostov, que fue condenado a cadena perpetua dentro del Hotel Metropol en Moscú, a la llegada de los bolcheviques, tras haber erradicado el zarismo y aniquilado la aristocracia.

Quinientas páginas de deleite. Un personaje que a pesar de vivir enclaustrado jamás llega a ser aburrido. Refinado, inteligente, caballeroso, erudito. Entendido en cine y en arte, experto en literatura, música y gastronomía. Respetado por todos los integrantes de ese hotel, de cuya compañía saca fiesta, degustaciones, cariño y ganas de seguir viviendo a pesar de su condición. Con un humor glamoroso y dosificado he logrado sentir la delicadeza de una pieza de ballet, la astucia del caballerismo, la magia de la literatura, el sabor de un platillo divino acompañado del vino que lo acentúa, y la grandeza de la amistad y de las almas completas.

Este libro es todo eso y esa es la grandeza de la literatura, que es capaz de reunir todas las artes y subyugarla en su interpretación. Por sus páginas recorrí San Petesburgo, Moscú, New York y París. Recordé Casablanca. Escuché a Mozart, vi el Cascanueces, bebí de un samovar, mariné un Chateau Margaux con un fino trozo de carne y estreché la mano a grandes figuras de la política y la literatura.

Para libros como éste vivo.
Me quito el sombrero, hago reverencia, aplaudo, grito ¡BRAVO! y agradezco a la vida por darme como regalo el disfrute de leer. Brindo por estos escritores que me estremecen. ¡Gracias!