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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
21 May 2018
Acaba de fallecer el padre de Masha y, salvo por su hermana pequeña y la mujer que siempre ha cuidado de las dos, está sola en el mundo. Serguéi, un antiguo amigo de su padre y bastante más joven que él, es el administrador de la herencia. Masha no lo ha visto desde que era una niña, y cuando aparece en la casa se da cuenta de que le sigue profesando el mismo afecto, pero le parece un viejo comparado con ella (en realidad él no tiene más de 35 años, pero le dobla la edad). Serguéi, por su parte, que recordaba a Masha como una niña, se enamora de la jovencita de 17 años en que se ha convertido, aunque contiene sus sentimientos a causa de las reticencias de ella y las suyas propias (en ambos casos por la edad), y simplemente acude a la casa como buen amigo de la familia. Pero Masha poco a poco irá dándose cuenta de que sus sentimientos cambian, que se está enamorando de él... y ahí comienza todo.

Este proceso, el de su enamoramiento paulatino, la consiguiente boda y la convivencia y evolución del matrimonio, es lo que se narra en esta novela. Y vosotros diréis: "Pues vaya, lo mismo de siempre. Esto lo tengo ya más que leído y superado". Pues no, porque esto lo narra Tolstói, y su maestría, su genio, su comprensión y compasión por la naturaleza humana, su forma de ver la vida y de entenderla, lo son todo en la historia. Y son palabras mayores. Hacía tiempo que no lo decía y hoy me permito el lujo: La felicidad conyugal es una joya.

Redundo en ello, pero es que Tolstói basa buena parte de la narración en la diferencia de edad entre los dos protagonistas, y la utiliza para incidir en aspectos que forman parte de su narrativa y de su propia filosofía de vida, que caracteriza muchas de sus obras. Serguéi sabe que él ya lo ha vivido todo y que Masha apenas ha vivido nada. Sabe que eso a la larga será un obstáculo entre ellos, como así ocurre. Tolstói vuelca en Serguéi sus propios ideales, unos ideales basados en el conocimiento, la madurez y la experiencia: el amor por la vida en el campo, el respeto por los hombres y las mujeres que lo trabajan, la tranquilidad de la vida sencilla y carente de lujos, el sacrificio en pos de una vida digna y honesta... A Masha, sin embargo, le insufla todo aquello que él detestaba, lo opuesto a su ideal de una vida digna, culpando de su imprudencia a la falta de madurez y mundología: ansias por la vida urbanita, la frivolidad de la vida en sociedad, el gusto por los falsos halagos y el florecimiento de la vanidad, la negligencia en la atención a la familia en pos de fiestas y reuniones... en pocas palabras, el artificio en todas sus vertientes. Esta dicotomía entre Serguéi y Masha es Tolstói en estado puro, nada de lo que dice es casual.

Esta novela, que apenas llega a las 200 páginas, fue la primera en la que Tolstói otorgó su protagonismo a una mujer y, a pesar de los muchos traspiés que comete a la largo de la historia, también la hace crecer y evolucionar a lo largo de ella hasta que alcanza la madurez emocional e intelectual. Masha es la que nos narra todo en primera persona, es su punto de vista el que conocemos en todo momento, y Tolstói intenta que empaticemos con ella. Así, asistimos a su caminar dentro de la historia, al tiempo que su amor por Serguéi va cambiando. de la pasión y el enamoramiento iniciales pasamos a la dicha gozosa de los dos primeros años juntos, para luego ser testigos del acomodo y la rutina y dar paso al aburrimiento y el deseo de más gente a su alrededor, de conocer personas y cosas, de salir de la burbuja del matrimonio. Sus sentimientos van cambiando, la intensidad se transforma en sosiego, y evoluciona hacia algo que dista mucho de la visión inexperta que ella auguraba en sus primeros días de enamoramiento.

Que el lector comparta o no el ideal del amor de Tolstói no tiene la mayor importancia a la hora de leer esta novela. Que el lector considere que la visión que da el autor sobre qué es el amor y qué es el matrimonio, tampoco. La felicidad conyugal es una reflexión sobre la vida en común donde el color de rosa es una mera quimera y en la que la penetración psicológica, sobre todo en el personaje de Masha, lo inunda todo. El amor a lo largo del matrimonio tiene que pasar por muchas etapas en un recorrido agridulce que unas veces despunta de felicidad y otras se hunde en el reproche y la amargura, hasta encontrar ese punto de maduro equilibrio en el que los dos se perdonan, se entienden y se complementan. Y Tolstói narra todo esto en apenas 170 páginas soberbias en las que su estilo es el de siempre, deslumbrante y realista, sin abrumar en la forma pero apabullando en el contenido, y ofreciendo, al fin y al cabo, su particular visión de una hermosa historia de amor, en la que hermosa, ni mucho menos, quiere decir perfecta.

Por si os lo preguntábais: sí, queda mucho por descubrir en la novela; no os he contado tanto, aunque lo parezca. Es de esas historias sublimes e indispensables que quien la lee siente la necesidad imperiosa de recomendar. Es de esas historias en las que, por muchas décadas de distancia que existan, se demuestra que los sentimientos son atemporales. Es de esas historias en las que un narrador soberbio demuestra su genio y su sabiduría en una pura economía de páginas. Es de esas historias que hay que descubrir porque la buena literatura, la buena de verdad, es necesaria... y hay que leerla. Sin más.
Enlace: https://inquilinasnetherfiel..
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