Anna Karenina

He aquí la octava maravilla del mundo. Hoy os vengo a hablar de un viaje inigualable, la lectura de Anna Karénina. Cuando tenía quince años y la madurez mental de pensar que lo que ocurría en Crepúsculo era amor, fue la primera vez que leí este libro. Obviamente no lo digerí como debía y necesitaba volver a embarcarme en su lectura para poder tener una opinión más formada y clara de la obra. Ha sido un viaje magnífico, no sólo por la lectura conjunta y las personas que la conformaban, también por la gran calidad de la obra y que pese a tener mil páginas nunca llega a ser agobiante.

He compartido dos meses de mi vida, terminando 2021 y empezando 2022 con uno de los libros que más me han podido marcar por muchos motivos. Anna Karénina, pese a su título, no es un libro que se trate de una protagonista, podríamos considerarlo una obra coral donde el matrimonio de los Oblonski representan con claridad los estereotipos del siglo XIX, y tenemos a Anna y Alekséi, un matrimonio que con sus acciones, sobre todo las de Anna, dejan muchos estereotipos atrás. Y a Levin, que para mí es el verdadero protagonista de la obra, el que hace que transcienda la historia y el que la concluya.

Una narración con base en la crítica hacia la sociedad, este libro demuestra ser el ladrillo transgresor de su generación. Llegando a la literatura para marcar un antes y un después. En pleno siglo XIX, Tolstói apuesta porque una mujer tenga derecho a defenderse, e incluso que esa opinión sea entendida por hombres y manifestada como tal. En un tiempo donde el matrimonio lo significa todo, nos propone un personaje que incluso duda de su maternidad y porqué ha tenido que ejercer como tal sin saber si era su deseo y se hace preguntas. Desde luego, la temática que más marca la historia es el matrimonio, pero no lo que se concebía como tal en la época sino el que evoca sentimientos y trae unas acciones con ello. Pero sin duda la gran característica de la obra es el monólogo interior de los personajes, y como a través de sus pensamientos exteriorizan hacia el lector sus dudas, creencias e insinuaciones. Este monólogo interior está muy representado en el personaje de Levin, el que podríamos considerar el filósofo de la obra, y es que todos los rusos parecen tener esa figura en sus escritos.

La lectura de Anna Karénina no es ligera por el número de páginas pero la narración, pese a que haya momentos no tan atractivos como otros, hará que no quieras soltar el libro hasta el final. Porque incluso a las puertas de concluir, Tolstói acude a un giro que deja a dos de los grandes personajes en duda.

Si tuviera que definir lo que he sentido al leer este libro sería como el paso de niña a adulta. Unos sentimientos que se me generaron al descubrir a un personaje no tan reconocido como lo es Kitty y que me descubrió que la vida en unos momentos llega para dejar atrás las ilusiones y retener las realidades ante ti.