No dejar que se apague el fuego

Siento nostalgia de la ilusión, inocencia, curiosidad, entusiasmo… que da la infancia. Ese fuego interno con el que nacemos y que, unos más tarde, otros por desgracia demasiado pronto, se convierte en rescoldos o cenizas.
Vivir, con todas sus letras, es tratar de avivarlo o volver a encenderlo. Unas veces, somos capaces de hacerlo por nosotros mismos, otras, necesitamos a alguien que comparta su luz, que acerque su mecha.

No dejar que se apague el fuego, con una voz narrativa excepcional que descoloca al principio pero atrapa a medida que se avanza, es una lección profunda sobre el poder de la resiliencia, del amor y del humor. Como ya habréis oído más de una vez, no somos lo que nos pasa, sino lo que hacemos con eso que nos ocurre y en eso Elvira, la abuela de esta historia, nos da una clase maestra.

La profundidad del discurso del Swiv, la niña narradora de esta historia, se encuentra en el subtexto, en todo lo que intuimos, descubrimos, vivimos de lo que nos cuenta dentro de ese amasijo de ideas yuxtapuestas que es la mente de un niño. La trascendencia del mensaje de esta novela reside en esa abuela cuyo legado llega al alma de cualquiera y se centra en luchar hasta el final, preservar nuestra esencia hasta el final, amar hasta el final… aun a sabiendas de que la guerra de la vida la tenemos perdida de antemano.