No dejar que se apague el fuego

Juuuuuuu... No sé por dónde empezar con esta reseña. Tres mujeres, tres generaciones, tres guerreras. Una historia que podría verse como una familia desestructurada (padre ausente, madre con salud mental un poco inestable, niña con problemas escolares y haciendo de cuidadora, una abuela que debería cuidar de la nieta pero es ella a la que tienen que cuidar...). Pero eso es quedarte en la superficie, es haber pasado de puntillas.

Swiv, la pequeña de la casa que hace de madre y de cuidadora, tiene una relación con su abuela de ese tipo que, las que hemos tenido algún tipo de conflicto con abuelas/os, envidiamos muchísimo. Hablan de cosas muy importantes como ir de vientre (ay, el estreñimiento...), todas las aventuras que ha vivido Elvira (la abuela), el suicidio y el miedo que tiene Swiv a que ella o su madre tengan esa "enfermedad" que les entró a su abuelo y a su tía y un día decidan poner fin a su vida... Hablan de la muerte. Temas súper trascendentales pero con un humor negro, con sarcasmo, que a mí personalmente me ha arrancado muchas carcajadas.

Entre medias, la madre de Swiv está a punto de parir, lo que para la pequeña es un estrés absoluto porque quiere proteger a su hermano o hermana (no saben el género) a toda costa.

Este libro es una lección de vida. Es como si fuera una carta muy larga o un cuento entre abuela, hija y nieta, donde entre risas y diuréticos, Elvira quiere que aprendan y nunca olviden que hay muchas formas de pelear, pero que lo más importante de todo es que nunca dejen que el fuego que llevan dentro se apague.

Juuuuuuuuu...