Ellas hablan

Entre los años 2005 y 2009, numerosas mujeres y niñas de una colonia menonita en Bolivia despertaban por las mañanas adormiladas, con el cuerpo dolorido y la ropa desgarrada, manchada de sangre y semen… un misterio que, a falta de una explicación lógica, atribuían a demonios, fantasmas y su propia imaginación. Pero la realidad es bien distinta: ocho hombres de esa misma comunidad, tíos, hermanos y familiares de las víctimas, las habían estado violando sistemáticamente ayudándose de un potente anestésico para animales.
Y aunque denunciados y detenidos los culpables, estas mujeres de todas las franjas de edad, las Friesen y las Loewen, se han reunido en el granero de la colonia para urdir ante la inminente puesta en libertad de sus agresores: ¿Perdonarán y olvidarán o se defenderán? ¿Y huir de la comunidad?

Las mujeres se reúnen, comparten cigarrillos, beben café y consideran los hechos a favor y en contra de irse de la colonia y discuten varias interpretaciones según lo que su religión plantea de lo que ellas deben o no deben hacer. El tema del abuso sexual es abordado desde una visión fría y sin emoción, lo cual es ciertamente sorprendente.

Sus conversaciones, en las que se plantean qué opciones tienen, son en las que el lector va conociendo a estas mujeres. A través del acta de la reunión que transcurre durante dos jornadas y que transcribe August Epp, el maestro de la escuela, descubrimos que esta está siendo la primera vez que las mujeres de este pueblo están pudiendo hablar libremente. Por primera vez, mujeres a las que no se les enseñó a leer ni escribir, están dando su opinión y alzando la voz.

Y así, simplemente dejando hablar a las mujeres, la autora consigue un enfoque diferente. Pese a que la situación de estas mujeres es indigna, el relato de Miriam Toews no cae en el dramatismo, sino que a veces tiene toques de humor, amor y, sobre todo, esperanza.
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