La anomalía

María, mi librera, siempre nos trae al club obras que no dejarían a nadie indiferente. Y yo, que tengo la costumbre de leerme del tirón la propuesta del mes, siento que necesito unas horas para asentar tanto -porque escoge con mucho tiento, para que siempre haya mucho-, y poder escribir sobre ello.

Lo primero que me hizo pensar La anomalía (Alfaguara, 2021), del polifacético Hervé le Tellier, no fue en lo terrible de que existiera la remota posibilidad de que una copia exacta de fulanito de tal anduviera por ahí. Más bien pensé en él océano de posibilidades que se abría ante mis pies. El aspirante a ______ (rellenar al gusto), que se tiene por una estrella, tan guapo, tan inteligente... Nadie puede rivalizar con su grandeza. Y, de pronto, le parece el mayor competidor que hubiera imaginado, otro fulanito de tal, tan creído, estúpido y egocéntrico como él. ¡Que empiecen los Juegos del Hambre! Y a mí, que me sirvan, por favor, palomitas y Coca-Cola Zero. Soy así de maquiavélica.

Leer esta obra sin contar lo que cualquier lector desearía comentar es realmente complicado. Hay que ir descubriéndola poco a poco. Desenredando -o enredándose- en las vidas de sus personajes y ver hasta dónde nos lleva este autor que escribe como ningún otro. Es cierto. No esperes encontrarte con nada que haya leído ya.

A grandes rasgos, un avión entra en una turbulencia. Se trata de un vuelo comercial, que avisa a la torre de control del aeropuerto. Cuando, por fin, se ven libres del peligro, dos cazas lo escoltan hasta que toma tierra. Entonces se pone en marcha el protocolo 42, creado por dos científicos bastante peculiares que, en su día, lo tomaron como un imposible y que, de pronto, se encuentran en el hangar que alberga el avión que salió de la turbulencia hace tres meses. Pero, ahí está la anomalía, que ahora ha vuelto a salir de la turbulencia, el mismo avión, con la misma gente. No el mismo avión tiempo más tarde. 

Tres meses diferenciarán a los pasajeros de marzo y de junio, que tendrán que enfrentarse con sus sentimientos, la realidad que dejaron y la que les espera, y ese otro yo, que es más yo que yo mismo y que es recibido de muy diferentes maneras. Las respuestas de la religión, la ciencia o el cine no les parecen suficientes -y al lector, tampoco-.

Cerramos el volumen deseando contarle a alguien lo que hemos leído. Cuánto leemos para reencontrarnos. Para valorar la utilidad de políticos, líderes religiosos... Para reflexionar sobre cómo somos, nuestras luces y nuestras sombras, y el chasquido, inesperado, que puede volver todas nuestras certezas del revés.
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