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A pesar que lo he dejado reposar unos días, todavía no me siento preparada para reseñar 'Retrato de Shunkin' de Junichiro Tanizaki. Siento que a pesar de ser la primera lectura del marzo asiático, me he sumergido de cabeza en el Japón más burgués del s. XIX. Aunque al principio me costó entrar en este estilo tan diferente del occidental al cual estamos acostumbrados, así como la poca empatía que me causaban los personajes, ha sido un acierto haberle dado una oportunidad.
Partiendo de una antigua biografía anónima, Tanizaki resigue los años que compartieron Shunkin, una reconocida maestra de shamisen, y su criado Sasuke. Ella, nacida en el seno de una familia adinerada, se queda ciega a los 9 años, convirtiéndose a la vez en un prodigio del instrumento y en una déspota. A pesar de todo, a su lado va siempre Sasuke, un chico a quien sus padres envían de aprendiz de boticario y que el amor, o el fanatismo, le cambia la vida. Y es que Shunkin y Sasuke pasan horas y horas juntos desde que él se convierte en su guía. Tiempo que esperaba que se tradujera en una relación romántica, pero que acaba aconteciendo una unión tóxica entre una persona cruel como ella y otra que renuncia a todo el que le ofrece la vida para obtener una única cosa: el afecto de su maestra. La delicadeza y sensualidad con qué Tanizaki escribe esta triste historia contrasta con la amargura que emana de cada poro de la protagonista. Así, el autor japonés nos deja tocar la seda de los trajes, escuchar las notas del shamisen y el canto de los ruiseñores, si a cambio el lector es capaz de soportar, con el frente arrugado, los gritos y maltratos de Shunkin. Un libro de contrastes, delicioso y a la vez incómodo, que no os dejará indiferentes. |
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