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Acabo de dejar Tokio y ya echo de menos a Tokue y Sentaro. Me imagino bajo el sakura floreciente observando la pequeña tienda, disfrutando del aroma de los dorayaki s recién hechos, un aroma que se entrelaza con los pétalos que bailan en el aire. Sentaro regenta una modesta tienda de dorayakis a la que un buen día se asoma la anciana Tokue, una mujer con visibles secuelas debido a una dura enfermedad. Poco después, comenzará a trabajar con Sentaro y la sabiduría de Tokue envolverá la diminuta cocina. Juntos no solo prepararán deliciosos dorayakis sino que forjarán una amistad inquebrantable. Durian Sukegawa ha escrito una novela inolvidable. Una historia preciosa, tierna, conmovedora, no exenta de la dureza de la vida, de la otra cara de la moneda. Los protagonistas cargan con un enclaustrado pasado del que no pueden desprenderse. La elaboración de dorayakis será un refugio que les ofrecerá pellizcos de felicidad para sobrellevar ese peso, además de un espacio para las confidencias y el desahogo. Todo bajo la atenta mirada del sakura, que florece o se desnuda con el cambio de las estaciones. Sus ramas: “Todas nos saludan agitando las manos”. Tenía las expectativas altas con esta lectura. Hace algunos años vi “Una pastelería en Tokio”, basada en esta novela, y me encantó. Y ya sabemos lo que ocurre con los cruces entre lecturas y visionados, sobre todo cuando ya conocemos de antemano la historia. Sin embargo, la lectura ha superado con creces todas mis expectativas. Abrazo esta novela, cuánto la he disfrutado. Algo que me ha gustado especialmente es la lectura entre líneas, todo lo que podemos intuir en los silencios, tan frecuente en la literatura asiática. Gracias Chai editora por publicar esta belleza. Enlace: https://www.instagram.com/ru.. |
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