Pero esa vaga insatisfacción seguía ahí, y ni se trataba de soledad ni de un reparo moral; era, claro está, miedo. Para Converse, el miedo era importante en grado sumo; en el aspecto moral, constituía la base de su vida. Era el medio a través del cual percibía su alma, la fórmula por la que confirmaba su propia existencia. Tengo miedo, razonó Converse, luego existo.
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