A medida que conocí otros mitos que explicaban la creación de la vida, relatos que atribuían este conocimiento a Nut o Hathor en Egipto, Nammu o Ninhursag en Sumeria, Mami, Tianmat o Araru en otras zonas de Mesopotamia y Mawu en África, empecé a considerar la leyenda de Adán y Eva como otra fábula más, un intento inocente de explicar lo que había ocurrido en los albores de la existencia.
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