Las voces

Y de nuevo Muriel Spark me ha hecho pasar un rato divertido, fascinante y con la cabeza perdida en su extravagante imaginario. Si esta mujer os pasa de largo entre las múltiples y variadas escritoras anglosajonas estaréis siendo injustos con ella y con vosotros. Las literatura de Muriel merecen un estante aparte por ser inclasificable e inconfundible. En 'Las voces', Caroline, escritora en potencia, empieza a escuchar voces que van relatando su futura novela acompañadas por el continuo tac tac tac ¡plin! de una máquina de escribir. ¿Son los vecinos que hablan? ¿Soy yo que hablo? ¿Es mi locura que habla? ¡Es mi novela que se autodicta! Una frikitud ingeniosa e inimitable. Y mientras abre sus oídos, alrededor todo acontece: su catolicismo recién adoptado, su paso a dormir fuera de la cama del pobre Laurence (detective y espía de su abuela traficante), porque las chicas católicas ya sabemos que tienen que cerrar los bajos, la maravillosa abuela Louisa y sus hogazas rellenas, la pandilla de contrabandistas en la edad de oro, el barón ¿con poderes mágicos? que le dice “tomate unas pastillas y se pasará”, la asquerosa señora Hogg, adalid hipócrita del catolicismo, cotilla y chantajista, Helena “por favor, pasen de mi los problemas, ay”. Una historia en la que me gustaría ser casi cualquiera de sus personajes durante un tiempo y alucinar.

Una novela inteligente y nada superficial, siempre afilada y con un toque negro, Muriel Spark da profundidad a cada una de sus tramas. Y si era la favorita de Graham Greene, qué más necesitamos para ir a por ella.