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A veces no basta con el concepto y eso es terrible: la idea de los wajinru -sirenas nacidas de la muerte, pues fueron paridas por mujeres africanas tiradas por la borda de los barcos que transportaban esclavos- es fascinante. El hecho de que estuvieran embarazadas las volvía un estorbo, pero la magia que nunca se explica (o una extraña justicia) transforma a los niños que cargaban. Otra especie nacida de lo que desechó la humanidad, infinitas posibilidades nacidas de la vastedad del mar... ¡wow! Pero todo es dicho, narrado sin coqueteo ni la experimentación. No deja nada a la imaginación y eso resulta muy irónico. Vamos de plot point a plot point a toda velocidad y los personajes dicen de manera directa y tiesa todo lo que dicen y piensan. El rol como Historiadora de Yetu, de nuevo, es una idea maravillosa. Ser repositorio de la historia y el origen de su raza es un martirio, un rito sagrado, una promesa a punto de romperse, todo al mismo tiempo. Es una trama de redención y renovación de las tradiciones esperando a la zaga y es justo lo que sucede. Extrañé más descripciones. Quería entender emociones y eventos más que leer el resumen sobre ellos. Es un concepto genial con ejecución casi mediocre. Pero el hablar como un colectivo y apreciar tanto las tragedias y las esperanzas de un pueblo transformado -de ex-esclavos a wajinru- fue muy bello. |
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