«El asunto es cómo se determina qué de todo es ficción, hasta dónde llega y qué no lo es. ¿Cuál es la percepción o el punto de vista que vale? ¿Cómo distinguir una memoria de la construcción de una memoria? ¿Existe alguna evidencia concreta para delimitarlo?». La familia Almeida se muda a un dúplex, mejor conocido como el «castillito», «châtelet», «château», «sandcastle» o «castello». Allí entablarán relaciones con sus habitantes; entre pasillos, casas y jardín, entre espacios comunes y privados se gesta una vecindad. «Una casa llena de gente» se construye con cimientos, andamiajes, exteriores, interiores. También con sus propios escombros y reconstrucciones. Todos sus elementos nos llegarán a partir de fragmentos de una carta que le deja Leila a su hija Charo para que reconstruya su historia después de partir, y de testimonios familiares y vecinales que irán completando con sus perspectivas los vacíos de la memoria. Mariana Sández escribe magistralmente. La novela va develando lentamente sus condimentos, generando intriga y mucho humor en el camino. Este es un libro de vínculos: familiares, vecinales, amistades, amorosos. Se destacan el vínculo madre-hija y el vínculo mujer-literatura. Los libros y la escritura son gran parte de esta novela, la pasión de Leila. Pocos libros marqué tanto como a «Una casa llena de gente», pocas veces me reí tanto leyendo. Todo me llamó la atención: sus formas narrativas, su estructura, sus voces, sus personajes, sus palabras, tradiciones, excentricidades, prejuicios, aspiraciones y obsesiones. Una novela que me convocó a leer con atención, a saborear y deleitarme en el acto de la lectura. Un excelente libro cuyo final me emocionó. |