Una casa llena de gente

¡Amé este libro!

Una chica intenta reconstruir sucesos ocurridos en su infancia, en el edificio donde vivió, a través de cartas dejadas por su madre muerta y por los testimonios de vecinos y familiares, quienes tienen distintas vistas de un mismo hecho. No hay una historia abismal, más bien es una cotidiana, de esas que existen en el día a día, personajes humanos con sus bondades y maldades, pero la forma y el estilo: SIN PALABRAS.

Cuando terminé de leer el libro, lo extrañé.

Excelente estilo el de la autora. No soy experta, no sé criticar una historia más allá de la montaña rusa a la que me haga subir. Amo subirme a estas montañas cuando leo, porque leo para sentir, leo para ver la construcción de frases bien hechas, llenas de sentidos, vivas. Y todo eso encontré en su escritura.

Suelo subrayar mis libros, este es un mar de rayas.

"Que se hace con lo que se hereda"
"Dudaba si interrumpirla porque sabía que en ella los silencios estaban llenos de escritura"
"...Escribir es permanecer. Escribir es tratar de contar un sueño sabiendo que nunca lo lograrás. Escribir es el acto por el cual queda demostrado que las palabras no sirven para narrar. Pero, talvez, espero, sirvan para ganarle al tiempo. Escribir es retener, aprisionar, comprimir. Lo que se escapa. Escribir. Es merodear lo imposible. Escribir es el único momento de amor total hacia uno mismo. Y a veces de odio"

Encontré bellezas en frases que podrían haber sido ordinarias, me sumergí en un mar de emociones, me encontré repitiendo oraciones, buscando mi resaltador para inmortalizarla en mi librero. Y eso busco en la literatura, que me llegue, que me toque, que insista en la huella.
Simplemente me quedo con la deliciosa sensación de haber leído un libro que me cruzó de norte a sur y esa es la magia de la literatura: atravesarnos.

«El asunto es cómo se determina qué de todo es ficción, hasta dónde llega y qué no lo es. ¿Cuál es la percepción o el punto de vista que vale? ¿Cómo distinguir una memoria de la construcción de una memoria? ¿Existe alguna evidencia concreta para delimitarlo?».

La familia Almeida se muda a un dúplex, mejor conocido como el «castillito», «châtelet», «château», «sandcastle» o «castello». Allí entablarán relaciones con sus habitantes; entre pasillos, casas y jardín, entre espacios comunes y privados se gesta una vecindad.

«Una casa llena de gente» se construye con cimientos, andamiajes, exteriores, interiores. También con sus propios escombros y reconstrucciones. Todos sus elementos nos llegarán a partir de fragmentos de una carta que le deja Leila a su hija Charo para que reconstruya su historia después de partir, y de testimonios familiares y vecinales que irán completando con sus perspectivas los vacíos de la memoria.

Mariana Sández escribe magistralmente. La novela va develando lentamente sus condimentos, generando intriga y mucho humor en el camino. Este es un libro de vínculos: familiares, vecinales, amistades, amorosos. Se destacan el vínculo madre-hija y el vínculo mujer-literatura. Los libros y la escritura son gran parte de esta novela, la pasión de Leila.

Pocos libros marqué tanto como a «Una casa llena de gente», pocas veces me reí tanto leyendo. Todo me llamó la atención: sus formas narrativas, su estructura, sus voces, sus personajes, sus palabras, tradiciones, excentricidades, prejuicios, aspiraciones y obsesiones. Una novela que me convocó a leer con atención, a saborear y deleitarme en el acto de la lectura. Un excelente libro cuyo final me emocionó.

Leila es una mujer cuya cabeza está llena de literatura. Los libros son a la vez que su medicina, su enfermedad. Cuando Leila fallece, deja a su hija unas cajas llenas de material que ha ido reuniendo a lo largo de su vida. Diarios personales, cartas, fotografías y hasta cintas de video caseras.

A través de todo este material, Charo irá descubriendo cómo era su madre verdaderamente, a la vez que dará sentido a las situaciones que vivió en su casa desde que era pequeña y que nunca supo los motivos por los que pasaron ciertas cosas.
"Una casa llena de gente" es el primer trabajo novelístico de Mariana Sández. Anteriormente ya publicó un ensayo en 2010 y un libro de cuentos en 2016. Nació en Argentina, es licenciada en Letras, y estudió Literatura Inglesa.

La historia que nos cuenta Mariana Sández ronda siempre alrededor de Leila que acaba de fallecer. Y para hablar de ella, es inevitable hablar de los vecinos y amigos con los que compartió su vida. Desde sus hijos, en especial de Charo, destinataria de una caja llena de recuerdos de toda una vida, pasando por sus vecinos, por la mejor amiga de Charo e incluso de su abuela.

La prosa de Mariana Sández es bonita y agradable de leer. "Una casa llena de gente" está escrita con sencillez, transmitiendo cercanía con los personajes.

A veces creemos que conocemos a nuestros seres queridos más cercanos y de repente ocurre algo que hace que nos cuestionemos mil cosas sobre ellos. Y quizá no tengamos la oportunidad de poder ahondar sobre ello una vez ya fallecidos y nos quede ese poso amargo en la boca para siempre. En el caso de Charo, ella va a tener la suerte de ver a su madre una vez muerta tal y como era, no con la mirada de hija, sino por cómo se definía la propia Leila, y lo más importante, la gente que la rodeaba.

A partir de aquí, la historia se vuelca en una serie de declaraciones unas veces escritas, otras en vídeo de la gente que rodeaba a Leila. Charo se va a llenar con la vida de su madre e incluso va a comprender qué fue lo que sucedió años atrás y que tuvo consecuencias para todos.

El tono de la narración es muy coloquial, tal y como si lo estuviésemos viendo en una vieja cinta de vídeo. A pesar de que ciertas partes encierran su ración de drama, la autora logra imprimir un toque de humor con una chispa diferente.

De los personajes, sin duda el que más me ha gustado ha sido el de la abuela Granny, quien dice las cosas sin pelos en la lengua y con una forma muy peculiar de hablar.

Quizá lo que me ha fallado, a mí personalmente, ha sido la escasez de diálogos, ya que, al ser transcripciones de cartas, diarios y vídeos, está escrito de una forma más narrativa. Además, al ser una novela muy coral, me ha llegado a confundir en algunas partes, sobre todo al principio, no sabiendo relacionar a veces ciertos hechos que van ocurriendo.

"Una casa llena de gente" puede llegar a ser como la vida misma. Dentro encontramos una historia sobre la amistad, el amor, la convivencia, la familia, la enfermedad, las ilusiones, las expectativas, la confianza e incluso los malentendidos. Reunimos todos estos ingredientes y puede que cualquiera de nosotros veamos parte de nuestra vida reflejada en ellos.

En resumen, si te gustan las novelas corales que ahondan en las historias familiares y con una prosa fluida y divertida, "Una casa llena de gente" te va a encantar.
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Hay libros que son un regalo. Este lo regalé con tanta convicción que después decidí autorregalármelo.



Una novela con toques de realismo mágico, poblada de ruidos y silencios, en la que la literatura y la escritura son los ejes centrales: una forma de vida y una manera de ser, como la biblioteca que es el núcleo central en el hogar de los protagonistas.

Las relaciones personales se esbozan con vínculos y tensiones (sobre todo las que no se escogen —familia y vecinos) y evolucionan con el tiempo como en esta “Casa llena de gente”, un puzzle de microcosmos en contacto, en el que cada relación es indescifrable, un entramado teatral con recovecos donde conviven malentendidos y coincidencias.

Los humanos somos contradictorios y complejos. Los hijos nunca acaban de conocer a sus padres. Las parejas tienen lados opacos. Los vecinos son desconocidos a pesar de la proximidad. Siempre tenemos caras ocultas, espacios privados fuera de los espacios que compartimos.



Leila, para ayudar a su hija Charo a transitar su duelo cuando ella ya no esté, deja una serie de huellas y puentes con instrucciones: sus diarios personales, fotografías y vídeos con anotaciones íntimas, recuerdos, reflexiones cotidianas, descubrimientos y misterios, confesiones de lo que compartieron y de lo que ocultó, muchas preguntas y algunas respuestas.



Charo se embarca en un viaje para descubrir cómo era su madre, para retratarla con las visiones poliédricas de las personas que la conocieron, para reconstruir con nuevos ojos y con diferentes miradas el conjunto de caras de Leila.



Muchas voces se escuchan en esta casa. Y yo me he sentido como una vecina más, espiando lo ajeno a través de las cortinas y escuchando con la oreja pegada a las finas paredes.

Creo que nunca hubiera llegado a este libro si no me lo hubieran recomendado en la librería. Leyendo este libro me he sentido como si estuviera en la mesa camilla, frente a una taza de café, queriendo absorber cada anécdota, cada vida, cada sentimiento de la historia de esta familia. En este libro pasa la vida, la de sus personajes, la evolución de sus sentimientos, los miedos que les azotan, los dimes y diretes que les acaban condicionando, los sueños por cumplir y la enseñanza. Este libro trata de la enseñanza de una madre a su única hija, ese interés en mostrarle a la mujer que hay detrás de la palabra madre y en cómo toda hija nos acabamos dando cuenta con la madurez que dan los años que toda madre hace lo que puede con lo que tiene. Y por eso lo que criticamos de jóvenes acabamos perdonando y comprendiendo de adultas. Este libro nos enseña a ver que todo hecho tiene varias perspectivas y es necesario conocerlas todas para después acabar teniendo nuestra perspectiva. Lo curioso de este libro es que trata de ser una pequeña obra de teatro donde los personajes se van alternando en el escenario, con sus monólogos, frente a un espectador deseoso de pasar un buen rato. Confieso que me sumergí en él un poco recelosa, con el temor de ser decepcionada, sin embargo he disfrutado de esta lectura pausada, tranquila, llena de literatura y de mucho sentimiento.