He elegido este libro después de leerlo más que por lo que cuenta que por lo que se deja en el tintero. La mirada del periodista siempre es subjetiva, lo importante es que esa mirada sea honesta, diga la verdad. "Sarajevo" es un libro que te cala de tristeza lentamente, como la nieve. Te hace oler la mierda de la guerra. El óxido de los coches abandonados. El sudor acumulado de las guerreras. La sangre sobre el asfalto. No hay descripciones macabras, pero al buen periodista le bastan las palabras sencillas para que tu imaginación haga el resto. Poco a poco, la sensación amarga del narrador que apunta sus días de reportero en la guerra de los Balcanes va inyectándose en el estómago. Acabé con dolor de tripa al terminar de leer este diario. Un dolor lejano, que casi no te toca, pero que de solo rozarte te estremece. Luego de terminar de leer visioné varios vídeos en internet sobre esta guerra. Es la mejor prueba de que era un buen trabajo. La verdad te exige más verdad. Te impulsa para ver más allá del primer narrador. Y te hace partícipe de la historia hasta el punto de hacerte viajar, de seguir leyendo, de mirar con otros ojos la vida, de sentir más hondamente, de valorar más esas manidas palabras que lo son todo en nuestro universo. "No deberían nunca bombardear las ciudades" dejé escrito hace 18 años, después de pasear por Madrid una tarde de primavera, tras regresar a casa. Hoy, paseando por Teruel, me detuve en las fachadas en las que todavía quedan las huellas de la metralla. Y caí en la cuenta de que las guerras entre hermanos anidan como serpientes aletargadas en nuestros corazones, tan de verdad como el odio. Como las palabras que llevan el dolor de los libros a la boca del estómago de quienes los leen.
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