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Las rodillas peladas, jugar a las gomas, las colecciones de cromos, viajar apretados en el asiento de atrás, sin cinturón de seguridad, perro incluido, escuchar una y otra vez la misma cinta ya gastada de cassette, ver el 1, 2, 3 todos sentados en el sofá, los seriales radiofónicos, esa es la infancia de David y también fue mi infancia. Los acontecimientos, los lugares, las personas fueran distintas, pero hay tantos elementos que huelen igual, los años 70, tan cerca de un pasado en el que se pasó mucha hambre y tan cerca de un futuro lleno de prosperidad. En el año 1975 llega, a un pueblo de la España que empieza a vaciarse, una maestra con su familia. David es el pequeño. Con un marido ausente la mayor parte del tiempo, Mercedes pronto necesitará ayuda en casa y la Emérita, una mujer del pueblo que está sola, con un pasado doloroso, se trasladará a su casa para cuidar de ellos y en especial de David. Pronto la relación entre David y Eme se convierte en algo muy especial, una relación de aprendizaje y de salvación mutua. Una relación de cariño, ternura y refugio. Los diálogos entre ellos destacan por la entrañable inocencia del pequeño y le dan ese punto especial que tienen todas las historias contadas desde una mirada infantil. La historia empieza con un primer capítulo lleno de dureza, muy impactante. Para pasar después a unas páginas llenas de travesuras y risas, antes de llegar al drama. Narrada en primera persona por el propio David, de forma sencilla y muy bien contada, y entre sus vivencias, las cartas que escribe Eme, que nos meten de lleno en una realidad muy cruda, una historia llena de pena y dolor. Cartas que se clavan como agujas en el corazón. Después llega la soledad y la decepción. Y finalmente la valentía, la necesidad de pedir perdón y agradecer, nos conducen a su fin. Y en esa montaña rusa de emociones acabamos con el corazón roto y un montón de reflexiones dando vueltas en nuestra cabeza. Un libro sobre la ingratitud de los adultos con las personas que formaron parte de su infancia, una ingratitud tan real como la vida misma. La gratitud se la lleva la velocidad con la que pasa la vida, la vertiginosa mirada hacia el anhelado futuro olvidando el pasado, como si lo que quedó atrás nunca fuera a desaparecer, como si fuera eterno y no hiciera falta cuidarlo. Y cuando esa velocidad un día se detiene, nos asalta la culpa, nos damos cuenta que dejamos en el camino personas que fueron muy importantes en nuestro pasado, personas que lo dieron todo para que fuéramos un poco más felices, y de golpe nos invade el recuerdo, nos llenamos de nostalgia, un nudo en la garganta nos detiene y somos conscientes de cómo corrimos, cómo olvidamos. Forma parte de la juventud esa prisa por avanzar, sin detenerse, dejando atrás el niño que fuimos sin querer saber nada de él ni de todo lo que lo acompañó, y forma parte de la madurez la frenada para volver al pasado, aunque a veces sea tarde. Un libro entrañable, descorazonador y muy conmovedor, que recomiendo a todos. Un libro que seguro estará en el top de 2023. |
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