Tenía ciertas reticencias con este libro, y más al empezarlo, pues su inicio me sorprendió negativamente, con un narrador/niño que no me terminaba de convencer, pero me resistí a dejarlo pues se leía fácil y no llega a las 300 páginas. Y de pronto, en torno a la página 70 aparece La Eme y la lectura se convierte en una sucesión de piel de gallina, humedad en los ojos y alguna carcajada suelta. Un disfrute absoluto aun sabiendo que un final amable es imposible. Y cuando intuyes el desenlace, sobreviene un llanto descontrolado que, en mi caso, me hizo enfadarme y cerrarlo unas horas. Leedlo con la mirada pura de un niño y con un paquete de pañuelos cerca. |