Los ingratos

Soy de ese grupo de personas que cuando echa la vista atrás recuerda con nostalgia y felicidad su infancia. Yo también me crié en varios pueblos de campo, me trasladé de un lugar a otro dejando atrás los micromundos que iba construyendo. Hasta que crecí y me fui a la ciudad para “prepararme” para la vida adulta: estudiar en la universidad, coger la guagua sola…

Recuerdo esos primeros días de ese gran cambio y lo primero que puedo afirmar es que ciertamente sentí que me sacaban de una burbuja de felicidad. Ya no volveríamos a estar los tres hermanos juntos, ni a pasar horas entre la naturaleza sin más preocupaciones que la de jugar a todas horas.

Por todo ello, lo cierto es que es muy fácil identificarse con el protagonista de esta historia. Un niño que viaja de pueblo en pueblo debido al trabajo de maestra de su madre. Junto a sus dos hermanas mayores, su infancia transcurre entre anécdotas de la época y la relación con iguales que conoce allá donde va. Es en el último pueblo al que se muda la familia, donde entablará una amistad muy especial con la Emérita, una mujer con un pasado doloroso.

Este libro también pone de manifiesto lo rápido que pasa la vida y cómo el hacerse adulto en ocasiones arrebata los mejores momentos de la misma. No nos detenemos a disfrutar de esas pequeñas cosas que creemos eternas y que sin embargo, algún día desaparecerán y quizá ya sea tarde para volver a ellas. Por eso somos ingratos.

Esta es pues, una historia breve pero real como la vida misma. Deberíamos atesorar con más ahínco todos esos regalos en forma de momentos junto a las personas que queremos, el tiempo pasa y los recuerdos y el afecto serán el único legado que nos quedará.