La narración a manos de unos personajes que se convierten en entrañables a medida que la historia avanza, es natural, es amena, es tan real. Los personajes, creíbles, de los del día a día. Sus vidas, tantas veces vívidas, por qué la sencillez de estos personajes radica en lo creíble de sus vidas, en que todos hemos sido o conocido a una Eme, a unas blandas, a un vendedor de ultramarinos, y hemos ido sin cinturón por carreteras en coches de a seis cuando eran un cuatro plazas... Los pasos, tan bien reflejados, que se dan, sin darnos cuenta, de la niñez a la ingratitud de ser adolescentes, para llegar hasta la nostalgia de la adultez... pasando por el miedo al olvido de la vejez, y a preguntarnos ¿quienes serán nuestros ingratos? ¿cuando dejarán de llegar nuestras cartas y nos convertiremos en la nostalgia de alguien? |