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Si su anterior novela era una comedia romántica y un poco peliculera. En esta ocasión diría que es un drama con dosis de fantasía y cargada de sentimientos. La historia tiene un principio impactante, pero después se vuelve laxa, repetitiva incluso pesada para después empezar a coger ritmo y terminar como novela romántica. Lydia, nuestra protagonista, nos narra como se está preparando para celebrar la cena de su cumpleaños el día 14 de marzo. Freddie, su prometido, llama por teléfono avisando que llegará tarde porque ha pasado a ayudar a su amigo, Jonah, al que se le ha averiado el coche. Minutos después, muere tras el impacto de su coche con un roble. Que muera la persona a la que amas, con la que tienes mil proyectos y con la que sueñas envejecer, hace que su mundo se desmorone. Comienza en ese instante el periodo de enfrentarse a una realidad que le cuesta aceptar, en la que busca culpables y donde arranca un duelo muy peculiar. Su vida con Freddie continúa cuando duerme, en sueños. Su vida real sigue su camino. Crea dos mundos paralelos, vive dos vidas, su vida cuando duerme y su vida cuando está despierta. Se agarra a una y otra vida para encontrar el equilibrio. Y es que, cada persona sobrevive a su duelo como puede pero el tiempo pasa y todo lo cura. La realidad es que no existen pastillas rosas que mitiguen el dolor y te hagan soñar pero hay corazones grandes, tocados y heridos que vuelven a arrancar de nuevo. Y recuerda… Hay más de un final feliz para cada persona. |
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