Tenemos que hablar de Kevin

Si os gustan las series de true crime, podréis entender lo adictivo que ha sido leer "Tenemos que hablar de Kevin", incluso a pesar de ser una novela epistolar (nada que objetar aquí) de largas cartas en las que una madre recuerda cómo fue la decisión de quedarse embarazada y el shock de traer al mundo un niño que terminaría llevando a cabo una matanza en su instituto.

Lioner Shriver parte desde el final para tratar de explicar y, tal vez, comprender qué pudo salir mal, pero aunque lo parezca no desvela todas sus cartas, así que te mantiene en vilo hasta la última página. Esto puede resultar un poco engañoso, como también lo es el hecho de que solo conozcamos su versión de cómo es Kevin, pero para mí fue suficiente, me impresionó y me enganchó igual.

La protagonista reflexiona sobre la vida en pareja, la decisión de ser padres y la maternidad. Sobre otros tipos de maternidad, acerca de la cara menos amable. Hace que nos planteemos si existe la maldad innata, o si un bebé puede reconocer la desilusión, la indiferencia e incluso la antipatía en una madre. Señala la hipocresía de una sociedad morbosa que culpa a las familias cuando algo sale mal, pero que devora este tipo de historias en la televisión. Estos son solo algunos de los temas que aparecen en la novela, pero hay más porque Eva enlaza recuerdos con reflexiones continuamente.