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En un lluvioso, Miyu, una chica que vive sola en la gran ciudad, encuentra un gato acurrucado en una caja de cartón y se lo lleva a casa. A ella se le da mal expresar lo que siente. Él observa de cerca sus torpezas y rutinas. Cada uno en su universo propio, ambos dan el salto al mundo exterior, donde encontrarán a otros con distintos problemas, unas veces grandes y otras, pequeños. Reina, una chica que no reúne el suficiente valor para presentarse a unas pruebas de acceso a la escuela de Bellas Artes, y Aoi otra joven que vive atormentada por la muerte de su mejor amiga… Mientras sus gatos las observan con cariño, entre todos nacerá un vínculo especial, lleno de emociones. Esta obra realmente es un reflejo de una cultura japonesa en la que prima la soledad y el ansia por el trabajo. Las historias que se presentan en el libro giran en torno a ambos conceptos, así como lo difícil que puede ser crecer y las decisiones que hay que tomar. Las chicas protagonistas no luchan tanto por perseguir sus sueños como por seguir adelante a pesar de las adversidades, especialmente Aoi, cuya historia es especialmente dura. En todas se entrelaza el amor, la madurez y la búsqueda del final de un camino que parece no tener fin. Toda la historia se presenta a través de los ojos de les gates de las protagonistas, de forma que también se nos muestra su vida y las dificultades que implican la vida felina. Sin duda, la parte narrativa de la vida de les gates y otres animales es la que más me ha gustado y me ha hecho sonreír, con el añadido de que son estes pequeñes compañeres les que entrelazan las historias de manera muy natural. Puede que este libro no presente una historia profunda, llena de giros y capaz de sorprenderte, pero sí que es capaz de transmitir emociones y conectar con le lectore. Los relatos de las protagonistas nos cuentan historias cotidianas que podrían pasarle a cualquiera, y en ello está la virtud de un libro de narración amena para disfrutar en una o dos tardes. Irbis. |
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