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«Romeo y Julieta», la inmortal obra de teatro escrita por el genio literario William Shakespeare, se alza como un paradigma de la tragedia dentro del ámbito teatral. Supuestamente publicada por primera vez en 1597, esta pieza maestra de 168 páginas nos sumerge en un mundo de enemistades familiares y pasiones arrebatadoras. El telón se alza revelando una disputa callejera que da inicio a un conflicto de proporciones épicas entre las casas de los Montesco y los Capuleto. Sin embargo, el corazón de esta trama reside en la valiente decisión de Romeo y Julieta de unirse en matrimonio clandestino, desafiando la oposición de sus respectivas familias. No obstante, una sucesión de acontecimientos infelices los empuja hacia la trágica elección final: el suicidio. Mi primer encuentro con esta historia tuvo lugar en mi niñez, y debo decir que ya en aquel entonces quedé cautivado. En esta segunda relectura, he tenido el privilegio de sumergirme aún más en su trama. La obra, además de sus momentos de angustia y desesperación, ofrece instantes de ligereza y humor gracias a los criados y a la carismática Ama de Julieta, quienes aportan una frescura innegable a la narrativa. Además, me sorprende descubrir cómo las escenas más célebres de la obra han sido representadas hasta la saciedad en diversos formatos, y, sin embargo, ninguna logra igualar la magia impregnada en el original. Recomendaría encarecidamente la lectura de esta obra a los amantes de los clásicos literarios y a aquellos que disfrutan del drama en su forma más pura. «Romeo y Julieta» es un viaje que no solo conmueve y desgarra el alma, sino que también deja una huella imborrable en el corazón del lector, recordándonos el poder y la belleza eterna del arte dramático. |
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