Romeo y Julieta

¿Qué decir de «Romeo y Julieta» que no se haya dicho ya?

Quizá se trate de la obra más conocida del dramaturgo William Shakespeare, mil veces versionada al cine y a la que se hace referencia en cualquier vertiente artística (pintura, música, literatura…). La leí hace muchos años, en plena preadolescencia, y siempre he tenido la sensación de que era una obra a la que no le había sacado todo el jugo y, efectivamente, tras esta relectura, me doy cuenta de que así fue.

Es un drama en el más amplio sentido de la palabra, pero no solo a nivel romántico; con la perspectiva que dan los años puedo decir que me ha resultado dramático el trato de esos padres a esa chica, esas muertes innecesarias en duelos que suceden por “honor”, el odio que destilan las generaciones jóvenes desde la cuna e inculcado por los mayores…

En su momento me pareció, y aún hoy me lo parece, una obra demasiado precipitada en la que toda la acción pasa a gran velocidad; me quedo con la sensación de que me hubiera gustado disfrutar un poco más del melodrama y del torbellino de ciudad que era esa Verona que aquí se nos retrata. A pesar de esto, creo que es una obra hecha para el disfrute y el entretenimiento rápido, quizá con poco trasfondo más allá de esas cuatro cosas que he nombrado y por supuesto con ese canto al amor sobre todas las cosas que permanece mucho más allá de la muerte, y que ni siquiera con ella acaba.

Desde mi punto de vista, y aunque quizá no coincidáis conmigo, no es la mejor obra de teatro que haya leído jamás, pero sí que la considero un buen punto de partida para iniciarse en el teatro, este género tan maravilloso y, tristemente, cada vez más caído en el olvido.
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