He leído fascinada esta sátira con toques grotescos, pero también poéticos, de Daria Serenko. En pocas páginas consigue con ironía mordaz y surrealista hacer un retrato de la prosaica vida de las “chicas” trabajadoras de las burocráticas instituciones culturales rusas. Basándose en su experiencia, documenta las extrañas pero cotidianas anécdotas de este coro de autómatas —que llegan a comportarse como un organismo múltiple y conectado, de manera que llegan a perder su propio nombre y hasta pueden intercambiarse entre ellas— controladas por el régimen autoritario, hipócrita y represor de Putin, coartadas y obligadas a ser sumisas caminando sobre el hielo quebradizo de una pretendida normalidad.
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