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El arte de tener razón es el arte de saber cuándo comenzar una discusión y el arte de saber elegir bien a nuestro adversario. Desde el principio de los tiempos, la filosofía se ha preocupado, fundamentalmente, de la búsqueda de la Verdad, centrándose en la lógica para alcanzar tal fin. Sin embargo, Schopenhauer sostiene que debemos darle también prioridad a la dialéctica, es decir, “al arte de tener siempre razón”, aunque estemos equivocados. En un mundo dominado por las apariencias, en el que tendemos a alimentar nuestro ego y nuestros instintos más egoístas y vanidosos, proclamando nuestras opiniones y creencias como las únicas verdaderas, está claro que lo importante no es poseer la Verdad sino hacer ver que la tenemos, aunque para ello tengamos que falsear la realidad. Y para ello, Schopenhauer nos propone una serie de estrategias para hacer frente a nuestros oponentes y atacar sus argumentos intentando salirnos por la tangente cuando el tema nos afecta y nuestro castillo de naipes se tambalea. del mismo modo, es esencial intentar descubrir el punto débil del contrincante, confundirle con respecto a nuestros verdaderos objetivos, y tener siempre guardado un as bajo la manga para dar el golpe de gracia justo en el momento oportuno. Por último, me gustaría resaltar que, si bien al principio las estrategias pueden parecen incompletas o faltas de desarrollo, todas cobran sentido al final, ya que se complementan unas a otras. Por otro lado, los apéndices que Schopenhauer añade al final, proporcionan todas las claves para comprender los pilares sobre los que sostiene sus métodos y los límites que estaremos o no dispuestos a atravesar para salir victoriosos y demostrar que tenemos razón. La conclusión que saco a partir de esta lectura, es que cuando nos enfrentamos a algún tipo de debate o controversia, debemos ser conscientes de nuestros propios errores o carencias, porque solo así podremos tener el control, suavizar los defectos de nuestros argumentos y maquillar los puntos débiles e inexactos. Y esto me lleva a cuestionarme dónde quedan nuestros principios y cual es el límite entre engañar al resto y mentirnos a nosotros mismos para demostrar que los demás son los que están equivocados. Tal vez el problema es que el ser humano es incapaz de claudicar, de aceptar que está confundido y que debe cambiar sus propios esquemas. Tal vez el problema sea que “su interés por la verdad, desaparece por completo ante los intereses de su vanidad”, “una vanidad innata acompañada de una necesidad de cháchara y de una falta de honradez (también) innata”. |
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