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Crítica de Gemmaentrelecturas


Gemmaentrelecturas
06 February 2023
«¿Qué soy? ¿Quién soy?

Soy negra e italiana.

Pero también soy somalí y negra.

Entonces, ¿soy afroitaliana? ¿Italoafricana?

… ¿Una negra de mierda?

Entonces, ¿cómo llamarme?»

 

Decir que esta novela es la búsqueda de las raíces y la individualidad es resumir en exceso el testimonio de Igiaba Scego. La autora intentó renunciar a sus orígenes somalís para pertenecer, luego aprendió que valorarlos, saber la historia de cada uno, soluciona algunos problemas. Las raíces, la ayudarán a saber quién es. Encontrará su identidad, descubrirá que es única y singular, y con un destino por descubrir.

                Hay tanto en estas escasas 200 páginas, la relación de Italia y Somalia. ¿Quién fue Siad Barre y dónde estudió los principios de la democracia? ¿Quién fue Rodolfo Grazioni y qué hizo en Somalia, Libia y Etiopía? ¿A quién temía Rodolfo Grazioni? ¿A quién mandó fusilar? A los poetas, daz una vuelta a esta idea, reflexionar sobre el poder de las letras, de la palabra, del conocimiento, de saber leer y tener comprensión lectora. Somalia era una sociedad con un índice de analfabetismo alto, pero con una fuerte tradición oral, los cuentos, las leyendas, los poetas..., no quemaron libros, persiguieron poetas. «Las historias eran la mejor manera de no pensar en la fatiga de la vida real». «La fuerza de las palabras».

En Somalia existía una ley: 

«Solo podíamos estudiar hasta cuarto de primaria, luego estaba prohibido por ley»

                Cuanta menos cultura se tenga, más sencillo de manejar será el rebaño, que no saque sus propias conclusiones, ya le darán los poderosos las que deben pensar, creer y por lo que deben actuar o callar. Si nos prohibiesen estudiar, nos revolveríamos como culebrillas, pero ¿si cogemos un atajo? ¿Si vamos acotando el abanico de posibilidades, reduciendo temarios, asignaturas, no es casi lo mismo? 

«Teníamos poco dinero, pero la educación bien valía un sacrificio. Comer menos tenía un pase, pero no saber menos» 

                Igiaba tiene una fuerte unión con sus padres.  A través de ella conoceremos a su madre y su testimonio, desde su infancia como nómada hasta su edad adulta, episodios duros que marcan un antes y un después, un punto de inflexión, como su infibulación; su maternidad, lo que significa ser madre en Somalia y en Italia, «la frialdad en el trato de parir en Roma, nadie sonríe. Era una manera de aprender a afrontar el oficio más difícil del mundo».

                ¿Qué fue el fútbol para Igiaba y por qué sendero le llevó la culpa? El racismo.

                No quiero despedir esta opinión tan personal sin mencionar otro hilo de debate. «Antes, los ancianos eran el pilar de la sociedad: daban consejos, fabricaban perlas de sabiduría y ofrecían sus viejos hombros para llorar o descansar. Eran un gran oído, una boca oráculo…». Los ancianos son nuestra memoria viva, nuestra experiencia, sin ellos la historia se puede reescribir, nuestros ancianos nos cuentas lo que se logró con el esfuerzo, con la educación, con el trabajo, la solidaridad y el perdón. Ya no se veneran, ahora son una carga. 

                Una lectura muy recomendable.  

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