Es un libro escrito con total exquisitez y con uno de los inicios mejor escritos que he leído nunca. Me gusta cómo Savage plasma la soledad inicua de Firmin a través de sus reflexiones y de su desamparo malhadado. Los hechos suceden de forma amena y, aunque predecible -tan predecible como la miserable vida de una rata, supongo-, la novela se disfruta.
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