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Tras la lectura de esta historia contemplo a las ratas de otro modo, a saber si alguna ha tenido la oportunidad de leer, como Firmin, y yo la estoy menospreciando, cuando no despreciando del todo. Porque Savage ha decidido humanizar a este repulsivo roedor y para ello no solo le atribuye la facultad para leer, también la capacidad de compañerismo "No hay nada como la destrucción para crear una cálida sensación de camaradería...", la autocrítica "Me he movido por la existencia dejando en pos un rastro de miedo, como un caracol. Cuando muera de verdad, será de aburrimiento", la crítica literaria "La única literatura que no soporto es la de las ratas, incluido los ratones", la posibilidad de sentir admiración "Verlo me hacía pensar en lo agradable que resultaba ser humano", sufrir por amor "Malo es el amor no correspondido; pero lo que verdaderamente puede hundirlo a uno es el amor no correspondible", y por supuesto la capacidad de consciencia "La vida es breve, pero, aún así, siempre podemos aprender un par de cosas antes de la traca final". Una historia tierna, terrible, cruel, divertida, apasionante, escrita con inteligencia y muchísimo sentido del humor. Una ciudad, Boston, es descrita por una rata que, en su corta vida, es testigo del desmantelamiento de Scollay Square, sus teatros, cines, tiendas... Lugares emblemáticos por los que no sólo pasean los humanos, también ellas, las ratas, y de todas ellas tan solo una, Firmin, es capaz de sentir una profunda tristeza por algo que se acaba. No solo es una ciudad, no son solo unos edificios, es parte de una forma de vida, y una vida en si misma, un tiempo que nunca más volverá. Eso, hasta para una rata, es importante. Un libro diferente, curioso, entretenido, muy crítico. Muy buena lectura, sin duda. |
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