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Anhelo de raíces ha sido un refugio. Una chimenea encendida un frío día de invierno. Una guarida para protegerse del viento gélido. Un abrazo de los que duran segundos eternos. Anhelo de raíces es de beber a sorbitos, porque reconforta. de comer a trocitos para saborear. Es el dulce que te permites al final del día por el duro trabajo. Y no quiero caer en la ingenuidad. May Sarton es ante todo una señora bien, una burguesa que puede permitirse retirarse al campo, decorar una casa preciosa y un jardín aún más bello, sólo para dedicarse a escribir; mientras todo el trabajo duro (reformar la casa, segar, abrir un pozo, talar...) es el trabajo de otros. Pero hay un poco de envidia sana y no tan sana: todas firmaríamos por ser May Sarton. Y he de decir que pese a su clase, me gusta ella. Pese a algunas frases y hechos que demuestran su clase (su falta de preocupación, sobre todo, ante ciertos temas relacionados con lo económico, claro), me gusta que sabe ver a sus vecinos: granjeros, agricultores, gente que durante generaciones han vivido en el que es ahora su pueblo. No hay arrogancia, ni lo hace desde una atalaya, realmente se muestra tal cual es con ellos, aprende de ellos, discrepa también: hay una verdadera relación con sus vecinos que no es paternalista. Amistad en los mejores casos. Y luego está toda la parte, totalmente idealizada, sí, pero maravillosa, de su nueva vida: elegir el color de sus paredes, escoger las flores que adornarán los parterres, encender el fuego en invierno, la descripción de la luz, de la oropéndola. El trazo que dejan sus amigos al visitarla allí. El peso que toma la casa al adoptar los muebles heredados de sus padres. Los detalles hacen que suspiros de anhelo salgan de lo más profundo de ti. No sabía yo que necesitara esto (una casa, el campo, vivir para leer) en mi vida, y como, de momento, no es algo que vaya a pasar ni parece cercano, Anhelo de raíces es la experiencia más próxima que me he podido permitir. (Muy muy muy recomendable para combatir es estrés.) |
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