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May Sarton ha conseguido hacerme sentir como en casa en el cottage abandonado que poco a poco consigue transformar en su hogar. En este libro comparte sus días de constructora, decoradora, escritora y jardinera. La casa y el jardín que la completa están vivos y tienen ya su historia antes de que May Sarton los “colonice” con la maleta de sus propios recuerdos, de sus experiencias y, sobre todo, de las personas que han formado parte de su vida. Con sus reflexiones nos explica como vive en harmonía con su nuevo espacio y como se han adaptado simbióticamente la casa y ella. Me ha encantado sentirme hospedada y agasajada con sus detalles. Describe su hogar como metáfora de vida y de crecimiento, como lugar de la memoria y como sinónimo de los reencuentros, donde las personas que lo habitaron anteriormente, los vecinos y los invitados van dejando sus huellas. Pero todo esto sin melancolía ni tristeza, más bien como reflejo de su pasado, no para llorar a las personas que ya no están o los tiempos que ya no volverán, sino siempre para celebrar la vida, la curiosidad y el asombro. Además su hogar es fuente de bienestar y cobijo, refugio para aislarse del mundo, para conectarse con las emociones, para seguir el ritmo de las estaciones y para prepararse para el “invierno” del cuerpo y del alma. Recomiendo encarecidamente su visita. |
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