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Crítica de Guille63


Guille63
08 March 2023
“… lo que da verdadero sentido al encuentro es la búsqueda”

Tuve una novia a la que se le metió en la cabeza que a mí me gustaba Saramago. Así, durante un tiempo, cada vez que tenía que hacerme un regalo me caía una novela del autor portugués. Era tal su ilusión al regalármelos que me sentía incapaz de decepcionarla, y, aburrido, me los iba leyendo uno tras otro, pero no había caso, no supe sacarle provecho a ninguno. No obstante, esa novia acabó siendo mi mujer y en algún momento tuve que atreverme a pedirle que sacase a Saramago de nuestra relación porque no volvió a entrometerse en mis lecturas. Pero ahí han estado sus novelas todo este tiempo, en mi estantería. Dado que eran sus regalos no me decidí nunca a darlas o a llevarlas a alguna biblioteca como he hecho con tantas otras, y ahora que he decidido releer más, quise ver lo equivocado o acertado que estuve al dejar de leer al autor.

Pues bien, ni lo uno ni lo otro, al menos en el caso de esta novela. Entiendo que mi yo joven no lo disfrutara mucho, el estilo burocrático del narrador, pese a la ironía y al humor que se gasta en ocasiones y que tanto me recordó al utilizado por Heinrich Böll en “Retrato de grupo con señora”, es algo cansino, aunque uno termina por acostumbrarse. También peca de prolijo en demasiadas ocasiones, por mucho que estos informes burocráticos deban ser exhaustivos, tanto detalle agota y aburre.

“… la piel es todo cuanto queremos que los otros vean, debajo de ella ni nosotros mismos conseguimos saber quiénes somos.”

No obstante, algo ha mejorado mis sensaciones con esta relectura, lo suficiente como para darle una estrellita más y abrirme el apetito para alguna otra obra del autor. Posiblemente aprecié más ahora la forma en la que critica a las rígidas estructura burocráticas, tan paródicas y exageradas como kafkianas; o el acertado tono gris del protagonista, uno de esos que “quiere y no quiere, desea y teme lo que desea”, siempre escrupuloso y respetuoso con las normas y las jerarquías, aunque cansado de la soledad a la que su cobardía le ha llevado y para la que su presente rebeldía quizás llegue demasiado tarde; o la declarada inutilidad de la separación que establecemos entre la vida y la muerte sin asumir lo intrincada que es su relación; o las numerosas referencias al azar como factor decisivo de nuestras vidas, y la humana tendencia a considerar los hechos azarosos como la prueba definitiva del destino inexorable para el que fuimos elegidos y, por tanto, de la negación del sinsentido de la vida; o sus reflexiones sobre la toma de decisiones y el control de nuestros actos que creemos tener, con las consiguientes sorpresas que a nosotros mismos nos damos a veces con nuestra forma de proceder (“En rigor, no tomamos decisiones, son las decisiones las que nos toman a nosotros); o la necesidad que todos tenemos de ocupar nuestras vidas, de huir del aburrimiento, de dotarla de algún objetivo, por muy absurdas que sean las ocupaciones que elegimos para ello.

“Personas así, como este don José, se encuentran en todas partes, ocupan el tiempo que creen que les sobra de vida juntando sellos, monedas, medallas, jarrones, postales, cajas de cerillas, libros, relojes, camisetas deportivas, autógrafos, piedras, muñecos de barro, latas vacías de refrescos, angelitos, cactos, programas de ópera, encendedores, plumas, búhos, cajas de música, botellas, bonsáis, pinturas, jarras, pipas, obeliscos de cristal, patos de porcelana, muñecos antiguos, máscaras de carnaval, lo hacen por algo que podríamos llamar angustia metafísica, tal vez porque no consiguen soportar la idea del caos como regidor único del universo…”

Yo junto libros.
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