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Crítica de SilviaMago


SilviaMago
11 November 2020
En pocas ocasiones una obra de arte es a su vez una obra maestra. José Saramago (Portugal, 1922), sabe con qué tinta escribir. Este autor, ganador del premio nobel de literatura en 1998, apareció en mi vida de casualidad y desde entonces se ha convertido en uno de mis escritores favoritos. Fueron el título, la sinopsis y el misterio que envolvía la idea de una muerte que deja de venir, los responsables de que ese libro cayera en mis manos.
Imaginativamente racional, entrañable, compleja, elaborada, minuciosa y detallista, son algunos de los adjetivos que usaría para intentar describir esta novela publicada en el 2005 bajo el título de “As Intermitências da Morte”. Saramago consigue con su rico vocabulario y propias reglas de puntuación, una atmósfera personal y original, alejada de sus contemporáneos. Es la forma de transmitir, además de las ideas tan curiosas que comparte, lo que convierten al autor en un referente de la literatura universal.

“Al día siguiente, no murió nadie”. Con esa primera frase abre el viaje que nos regala a modo de novela. Las personas de un país sin nombre dejan de pronto de fallecer y el autor portugués nos plantea todo lo que esto conlleva. al principio, la población irradia felicidad y no puede contener su júbilo, pero a medida que avanza la trama, se plantean problemáticas que surgen ante este hecho: la iglesia católica ve peligrar sus cimientos (“Sin muerte no hay resurrección, y sin resurrección no hay iglesia.”), los cementerios y funerarias se vuelven innecesarios, las enfermedades siguen doliendo, pero el fin no parece acercarse… El dolor es insoportable cuando se sabe que no nos abandonará. La vida que no acaba deja de apreciarse, y el miedo a morir ya no es una de las preocupaciones que martillean nuestra cabeza.

La muerte se plantea como un personaje protagonista que evoluciona, crece, se esconde, aprende, teme y ama. Es colocada al mismo nivel que el resto de mortales, pues no hay nada más humano que la propia muerte. Esa normalización de la antítesis de la vida, actúa como un abrazo en los momentos donde el miedo a dejar de ser amenaza con paralizarnos.
Además de estar maravillosamente escrita, es una obra inteligente, rozando lo ensayístico. Narra la vida y el miedo, la ausencia de muerte y el amor, que tan caprichoso se posa donde nadie lo hubiera esperado. No hay excesos ni faltas, cada palabra está colocada en el lugar que le corresponde. Pellizca donde duele y sopla donde ya no, aliviando cada herida que antes fue motivo de llanto. Esta novela que parece plasmar una historia de ficción no podría haber sido más realista, consiguiendo en algunos momentos que dudemos si ese país donde ya no muere nadie no es el mismo que contemplamos desde nuestra ventana.

A partir del análisis de consecuencias que nacen de la ausencia de fallecimientos, Saramago deconstruye a la sociedad y sus matices de sombra. Critica la hipocresía y mediocridad que subyacen en las instituciones y grandes entidades. Coloca un foco de luz en la oscura realidad, esa que queda después de que no quede nada. ¿Cómo seríamos si no tuviéramos miedo a morir?, ¿cuánto perderíamos si perdiéramos el miedo a perder?, ¿seguiríamos trayendo personas al mundo sabiendo que nunca serán capaces de abandonarlo?
Intermitencias de la muerte me hizo reflexionar cada una de esas cuestiones y me despertó otras tantas. La lectura de esta novela marcó un antes y un después en mi forma de ver las cosas. Sólo una composición libre de tapujos y prejuicios es capaz de sacar a relucir la verdad: “si no volvemos a morir, no tenemos futuro”. Si el mañana dejara de ofrecernos la posibilidad de ser el último día de nuestra vida, dejaríamos de apreciar el día en el que vivimos.

Formamos parte de una sucesión de momentos que nos definen, pero ¿y si esos momentos nunca dejaran de ocurrir?, ¿qué pasaría si fuéramos un árbol enfermo al que nunca le llega su hora?, ¿y si no pudiéramos justificar la falta de tiempo? Querido lector, estimada lectora, si os atrevéis a darle una oportunidad a esta maravillosa historia, os recomiendo que dejéis la mente abierta a todas las preguntas que emerjan desde lo más profundo de vuestro ser. La idea de una muerte que no llega es cuanto menos tentadora, porque ¿acaso ser inmortal no es el sueño más antiguo de la humanidad?
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