«¿Y por qué el amor es un acto tan revolucionario? Porque es lo primero que se les enseña a las personas a las que se quiere colonizar/oprimir/discriminar: que no forman parte de los sujetos dignos de ser amados». La primera novela de Mithu Sanyal es una masterclass sobre decolonialidad, racismo y privilegio blanco. Cuando entras en ella –como es mi caso– siendo una mujer blanca occidental, solo puedes sentirte avergonzada por la blanquitud que impregna toda la sociedad, desde sus instituciones hasta las personas. El racismo lo inunda todo, desde las leyes de extranjería hasta algo tan íntimo –y al mismo tiempo tan político– como es el amor. Así lo dice Saraswati durante una de sus clases de Estudios Poscoloniales en Düsseldorf a alumnas como Nivedita Anand, la protagonista de esta novela, quien admira a su maestra por sus ideas claras y por tener la actitud necesaria para que el mundo la escuche. Saraswati y Nivedita comparten algo más que el entorno universitario. Ambas tienen orígenes indios, lo que hace que Nivedita sienta todavía más admiración –rozando la idealización suprema– por ella. Sin embargo, ¿qué pasaría si un día descubres que tu gran referente, aquella que ilumina tu trayectoria académica y vital, en realidad no es quien dice ser? Que detrás de todas esas nociones sobre decolonialismo hay una fachada, una mujer que ha construido su propia identidad racial y en cuya partida de nacimiento aparece como caucásica. «Lo que ha pasado no solo perturba mi relación con Saraswati, perturba mi relación conmigo misma, mi acceso al conocimiento y a las historias y la comprensión: en un mundo en el que Saraswati es blanca, yo ya no me comprendo a mí misma». ‘Identitti' no solo es una masterclass sobre política identitaria, sino que en ella encontramos un artefacto literario que nos invita a cuestionar(nos) sobre la raza como constructo social. ¿Es el discurso de Saraswati menos poderoso y verosímil por el hecho de haber nacido blanca? ¿Se desactiva políticamente por haber “transicionado” de blanca a marrón? Sanyal no ofrece respuestas –tampoco creo que existan–, sino que abre líneas y caminos de pensamiento incómodos y, en ocasiones, hasta polémicos. Como novela se podría decir que, especialmente hacia el final, le sobran páginas. Llega un momento en el que la historia se vuelve algo reiterativa y le cuesta avanzar, pero incluso así merece mucho la pena por sus reflexiones y por la inteligencia de la autora, de quien estoy deseando leer el resto de su obra. + Leer más |