En plena noche

No les voy a engañar, leer a Mikel es caer en una adicción. He leído casi todas sus novelas y ninguna me ha defraudado, y eso de pocos autores se puede decir.

Por eso cuando comprobé que su nueva novela era un libro de 655 páginas, lejos de asustarme lo que hice fue emocionarme. Eso sí, era totalmente consciente de que me iba a durar un suspiro.

Y es que Mikel lo ha vuelto a hacer: ha creado una atmósfera magnífica que sumerge al lector por completo en la historia que pretende contarnos. El regreso a su pueblo natal de una estrella de la música que arrastra en su memoria un episodio oscuro de juventud.

Un pueblo que se convierte en un protagonista más de la trama, pues el autor consigue trasladarnos a él de manera mágica, solo como un buen escritor puede hacer. Era capaz de sentir la lluvia y el frío mientras recorría las páginas. Y debe sonar exagerado, pero quienes se hayan adentrado ya en sus novelas sabrán a qué me refiero.

He estado completamente enganchada al desarrollo de los acontecimientos, a sus personajes y a la nostalgia con la que rememoraban sus vidas en el pasado.

Además si algo caracteriza a todas las novelas de Mikel es que la música también cobra un papel fundamental en ellas. Su amor por el rock se palpa más que nunca en esta última obra. de algún modo, la añoranza de los protagonistas parte probablemente de todos esos recuerdos que deben ligar a Mikel a un instrumento en mano.

Y aunque no es uno de los mejores finales en comparación con otras de sus novelas, no me cansaré de gritar a los cuatro vientos que soy una fan incondicional de sus creaciones.
Deseando leer el siguiente.