Alex Garaikoa se despierta, de pronto, tumbado junto a un cadáver en una fábrica abandonada. Mientras va recuperando la consciencia, intenta recordar como ha llegado hasta allí, qué hace tirado en el suelo y, sobre todo, si ha asesinado al hombre que yace junto a él. Este arranque magnético nos zambullé súbitamente en la trama, sumergiéndonos en un relato trepidante, en los que la mentira, los secretos familiares y las sorpresas llenan cada una de las casi 500 páginas de la novela, que desembarca en un final imprevisible. Mikel Santiago maneja el timón narrativo con agilidad, ritmo y sosteniéndose, principalmente, en unos diálogos frescos y directos que permiten que devoremos las páginas a un ritmo frenético. Mikel es como esos boxeadores fajadores que van sumando puntos asalto a asalto y que, al final del combate, aunque no te haya tumbado en la lona, siempre levanta el brazo. Es uno de los campeones del superwalter del crimen europeo. |