En esta ocasión el autor nos devela poco a poco algunos enigmas de la serie. Dalinar continúa desentrañando aquello que le fue quitado de la memoria para con ello crecer y ser merecedor de una misión que nadie más querrá, aunque para ello debe enfrentar el dolor, la vergüenza y el miedo que lleva dentro de sí y de esa forma ser un digno forjador de vínculos. Por otro lado, Shallan también se enfrenta a sí misma y cada una de las personalidades que le dan forma y así poder descubrir los secretos que ha querido obviar y de los que es responsable. Su papel es de gran importancia en este libro, ella, junto a Kaladin y Adolin deben asumir la defensa del bien, aceptando que nadie es perfecto y que todos tienen algo que perdonar y perdonarse. Otro detalle general es el reconocimiento de que la historia la cuentan los vencedores, pero que, si indagamos, es viable que descubramos que no todo es como lo cuentan, y que muy probablemente aquellos que se consideran dueños y señores de un lugar, hayan sido en la antigüedad, conquistadores y colonizadores sobre otra población anterior que tuviera más derechos sobre la tierra. En fin, una novela muy emocionante, con sus altas y bajas, nos da grandes ejemplos de valor, amistad, amor, honor, pero también de dolor, traición y maldad. Nos deja como conclusión, que el mejor paso no es el primero, sino el siguiente, pues solo con perseverancia se podrá avanzar, y que las palabras más importantes son “lo haré mejor”, como el propósito último de aquellos que desean llenar al mundo de bienestar. |